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Las vacaciones de los adolescentes: cómo gestionar su libertad y marcar límites

Límites a los adolescentes en verano
Fuente: Canva
Sapos y Princesas
Sapos y Princesas
Fecha de actualización: 24.07.22

Para las familias, el verano puede ser una época de dudas con los hijos e hijas que están dejando atrás la infancia. Disponen de mucho tiempo libre y pocas actividades organizadas que realizar. Además, quieren hacer un uso de su tiempo sin cortapisas y demandan romper ciertas normas, por lo que poner límites a los adolescentes en vacaciones resulta a menudo complicado. Es normal que nos surjan muchas dudas y nos hagamos preguntas como: ¿Cuánto le dejo jugar a los videojuegos? ¿A qué hora le digo que vuelva a casa? ¿Tendrá que estudiar durante el verano?

Desde luego, las normas y las líneas que no se deben cruzar tienen que seguir existiendo. No hay problema en que se vuelvan más flexibles, pero siempre ceñidos al contexto de las vacaciones. Es decir, que ha de quedar claro que estas nuevas reglas más transigentes son solo coyunturales y que, una vez vuelva la rutina, desaparecerán.

Pautas sobre los límites a los adolescentes en vacaciones

1. La hora de llegada

Una de las demandas principales en esta época del año suele ser la hora de llegada. Son muchos los que quieren pasar más tiempo con sus amigos, quedarse hasta tarde o salir en las fiestas de los pueblos o barrios. El principal condicionante será, en la mayoría de las ocasiones, el lugar en el que pasemos las vacaciones, ya que no es lo mismo hacerlo en el pueblo o zona a la que siempre vamos, que en una nueva o en nuestro lugar de residencia habitual durante todo el año.

Cuando el lugar es conocido y existe una relación de cercanía y comunidad con las personas que allí viven, hay una mayor sensación de seguridad. En estos casos, será más fácil poner una hora de llegada más tardía e incluso se podrá usar como referencia principal al grupo de iguales, ya que los amigos y sus responsables nos son conocidos.

Por el contrario, si es un sitio nuevo o no es la residencia habitual, no sería recomendable ampliar la hora de llegada más de una o dos horas. La norma en ambos casos va a estar influida por el tiempo de exposición y el acceso que se tenga a ciertos riesgos, situaciones o comportamientos en los que no queremos ver involucrados a nuestros hijos e hijas.

2. Uso de dispositivos electrónicos

Otra cuestión que hay que tener en cuenta es el uso de redes sociales y los videojuegos. Con la excusa de “ahora son vacaciones, déjame jugar y disfrutar”, muchos adolescentes solicitan poder pasar tiempo conectados sin restricciones. A lo largo del curso solemos introducir ciertos límites de consumo en la tecnología, a veces para que estudien, otras para que hagan deporte y, en la mayoría de los casos, se hace por los efectos negativos que tiene el abuso de estas herramientas.

Pues bien, en verano no debería ser diferente, aunque podemos ser más permisivos, ya que no hay tantas responsabilidades como durante el curso. Lo idóneo sería establecer una utilización que permita tener tiempo para otras actividades; es decir, quizás por las mañanas podrían jugar una o dos horas a videojuegos y la tarde dedicarla a otras cosas con personas de su entorno o edad. La pauta será diferente dependiendo de cada caso, pero, en general, es aconsejable no dejarles que estén conectados ilimitadamente, de manera que tengan ocasión de aburrirse y se vean impulsados a buscar otras cosas que hacer fuera del entorno digital.

3. Mucho tiempo libre

La disponibilidad de tiempo es otro de los temas estrella a la hora de hablar de los límites a los adolescentes en vacaciones. En estos meses tienen unos 75 días libres, aproximadamente 1.800 horas, por lo que será de gran interés ocupar parte de este tiempo con actividades que puedan ser enriquecedoras. Dependiendo de la edad, serán más propicias unas u otras, pero no hay que tener reparo en buscarles las más apropiadas.

Los más jóvenes podrán invertir sus días en campamentos urbanos o de música, montaña, idiomas o ciencia, por poner algunos ejemplos. Lo más seguro es que a los más mayores no les parezca un plan tan atractivo y encontraremos en ellos más reticencias a apuntarse. Pero se les podría proponer que acudan a algún campus deportivo o que comiencen con su inclusión laboral.

Que un chico o una chica de 16 años comience a trabajar será muy positivo, ya que no solo le ayudará a desarrollar responsabilidad y valor sobre algunos aspectos de su vida, sino que le va a aportar una visión mucho más auténtica de lo que será la etapa adulta. Ya solo el hecho de buscar trabajo les supondrá un choque de realidad cuando vean lo difícil que puede llegar a ser y lo mucho que se van a tener que mover. Es posible que esta propuesta suponga ciertos momentos de tiranteces con los hijos e hijas, pero el aprendizaje de esta vivencia es tan positivo que compensará en la mayoría de los casos.

4. Qué hacer con los que han tenido problemas con sus notas

No podemos terminar esta reflexión sin hablar sobre cómo actuar con aquellos que no han tenido un año académico ‘brillante’. En la cultura popular existe la idea de que deben de continuar estudiando durante el verano para compensar el año académico pasado. Sin embargo, lo más probable es que esto no tenga los resultados deseados.

Es necesario que desconecten un tiempo, que se les permita alejarse del ambiente escolar y se ventile un poco el aire viciado que queda después de tantos meses de instituto. Tanto si han tenido un mal año por no estudiar, como si lo ha sido por un esfuerzo que no ha dado frutos, tienen que evadirse, entre otras cosas, porque por mucho que estudien ahora, no van a poder cambiar el pasado.

Sin embargo, tres o cuatro semanas antes de empezar el curso, sí será bueno que comiencen a coger rutina. El objetivo no es que se aprendan el temario, sino que vuelvan a poner en práctica el hábito de estudiar para que cuando empiece el curso ya lo tengan dominado y a un buen nivel.

Quizás se podría empezar estudiando una o dos horas al día la primera semana, la segunda quizás tres horas y así hasta alcanzar un nivel de concentración y trabajo adecuados. De esta forma, llegarán al inicio del año académico con esa ‘carrerilla’ y con una capacidad de frustración más preparada para sentarse a trabajar durante el curso.

En definitiva, flexibilidad, paciencia y mucha creatividad para acompañar a los adolescentes durante todo el verano.

David Galarza Durán
Psicólogo y Orientador Educativo
Psicología Jóvenes Adolescentes