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8 Relatos cortos para todas las edades con los que te morirás de miedo en Halloween

relatos de miedo
Fuente; Canva
Sapos y Princesas
Sapos y Princesas
Fecha de actualización: 01.10.20

La noche de Halloween se acerca. Monstruos, brujas, vampiros y todo tipo de seres espeluznantes se van a dar cita para hacernos pasar una noche terroríficamente divertida.  Ya tienes todo preparado. Juegos, disfraces, comida monstruosa y, sobre todo, muchas ganas de pasarlo bien en familia. Pero no podemos olvidar el papel que juegan las historias de miedo en esta noche tan especial. Los relatos de miedo, bien contados, pueden ser mucho más terroríficos y escalofriantes que cualquier película. Y, además, a los niños les encantan.

Sabemos que asustar a un niño no es tan fácil como parece. Hace falta suspense, intriga, sorpresa y, sobre todo, memoria para acordarnos de todo lo que tenemos que contar. Por eso, te ofrecemos una selección de relatos de miedo para que no se te olvide ni un detalle cuando los cuentes y os lo paséis de miedo juntos.


Relatos de miedo para los más pequeños

1. Teeth, el vampiro desdentado

Teeth era un pequeño vampiro de la familia Dráculez que tenía la dentadura de mejor estado de toda su familia, siempre estaba cuidando sus dientes. Su abuelo, el Conde Drácula Dráculez, un día mordió una granada y murió, y desde ese momento toda la familia dejó de morder cosas de color rojo. En el día de Halloween toda la familia se permitía morder cosas de color naranja, parecido al rojo, pero Teeth, al morder una calabaza aún no madura, hizo que sus colmillos se saliesen y cayeran al suelo. Toda la familia, en señal de solidaridad, también mordió las calabazas, perdiendo a su vez sus colmillos.

Un día, a Teeth se le ocurrió un genial idea y fue al supermercado a comprar todos los frutos rojos que antes no podía él y su familia morder, y preparó una sopa con ellos. Luego, les dio a probar de ella, generando primeramente un rechazo del padre, que le decía: ¡Pero no podemos morder nada rojo, Teeth! Sin embargo, era tan rica la sopa que todos quedaron sorprendidos, cada uno de ellos sirviéndosela toda. Inmediatamente, vieron que comenzaban a crecer sus colmillos. La sopa, con sus vitaminas, había hecho que crecieran sus huesos de la boca nuevamente. Así que Teeth volvió a ser el orgullo de la familia.

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2. El niño y los monstruos

Había una vez un niño llamado Arturo que fue a pedir dulces en Halloween. Se vistió de pirata y cuando terminaron de pedir dulces se fue a su casa con sus padres. Más tarde cenó y Arturo y se fue a su cuarto junto a un oso de peluche que tenía y se durmió.

Su papá y su mamá le dieron las buenas noches y su beso para que se durmiera muy feliz.

Cuando estaba dormido escuchó un ruido y se despertó muy sobresaltado, miró debajo de la cama y era un gigante, pero Arturo no se asustó.

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Relatos de miedo para los más mayores

3. Un creyente

Autor: George Loring Frost

Al caer la tarde, dos desconocidos se encuentran en los oscuros corredores de una galería de cuadros.
Con un ligero escalofrío, uno de ellos dijo:
– Este lugar es siniestro. ¿Usted cree en fantasmas?
– Yo no -respondió el otro-. ¿Y usted?
– Yo sí -dijo el primero, y desapareció.

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4. El pozo

Autor: Luis Mateo Díez

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía 5 años. Fue una de esas tragedias familiares que solo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior. Este es un mundo como otro cualquiera, decía el mensaje.

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5. ¿Hay alguien ahí?

Los chicos del barrio acostumbraban a jugar fútbol frente a una casa abandonada, por eso de las ventanas, jardines dañados o el ruido que a muchos de los vecinos les molestaba. Regularmente los llamaban a dormir antes de las 9, pero aquella noche de sábado los dejaron disfrutar un poco más, pues tenían los vecinos una agradable reunión.

La pelota iba y venía de un patio a otro, de donde la recuperaban sin mayor problema, hasta que entró por la ventana del segundo piso de la sucia casa.

Se disponían a trepar un árbol para ir a buscarla, cuando fue arrojada desde adentro.

—¿Hay alguien ahí? —preguntó Daniel con algo de precaución, a lo que una voz tímida e infantil respondió:

—¡Sí! Y quiero jugar con ustedes.

Después de una rápida plática de niños, decidieron subir a jugar a las escondidas con su nuevo amigo, del cual solo podían ver la sombra asomándose por la ventana.

Contó una de las chicas hasta 100 y todos se ocultaron, pero les fue imposible hallar al niño desconocido antes de que los llamaran a sus hogares. Pasaron varios días sin saber de él, hasta que nuevamente pudieron quedarse tarde y su sombra apareció en la ventana, invitándoles a continuar el juego y encontrarlo.

Los chicos se negaron de inmediato, les parecía tedioso tener que buscarlo porque era demasiado bueno para esconderse, así que mejor insistieron en que bajara a jugar fútbol.

El chico se rehusaba en cada ocasión con un tono muy triste.

—¿Por qué no quieres jugar con nosotros?— dijo Daniel.

—Porque no puedo…—respondió el chiquillo con un nudo en la garganta.

—¡Es que los fantasmas no tenemos pies! —agregó, y bajó flotando desde el segundo piso, ante las miradas incrédulas de los chicos, que echaron carrera a sus casas.

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6. La niña del panteón

Una noche oscura, un grupo de amigos se reunió para narrar historias de miedo. Tras contar una leyenda que había ocurrido en un panteón cercano, decidieron hacer un reto: dos de los chicos del grupo tendrían que atravesar solos el cementerio, mientras los demás los esperaban del otro lado. Por hacerse los valientes, estos muchachos aceptaron y entraron al lugar confiados.

Sin embargo, a medio camino se perdieron y comenzaron a tener miedo. En ese instante vieron a una pequeña que salía de la caseta del vigilante.

—Oye niña —le hablaron—, disculpa, ¿sabes cómo podemos salir del panteón?

—Sí, claro, síganme —la pequeña los llevó hasta uno de los muros del cementerio—, yo siempre salgo por aquí.

—¿Por aquí? ¿Pero cómo? Si no hay ninguna puerta.

—Pues así —en ese momento la niña atravesó la muralla riendo y los chicos sintieron que un escalofrío los recorría de pies a cabeza.

Esa noche no lograron salir del cementerio. Los encontraron por la mañana del día siguiente, pálidos y paralizados de miedo.

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7. La desaparición en la autopista

Mi tío Joe conducía a casa tarde una noche cuando él cogió a una muchacha que hacía dedo con un vestido blanco. La chica era muy agradable y entablaba una buena conversación. La llevó a su casa y la dejó allí.

Al día siguiente, se dio cuenta de que había dejado su suéter en su coche. Decidió dejar el suéter en su casa. Cuando tocó el timbre, una anciana contestó a la puerta. Él le cuenta su historia y ella le dice que debe estar equivocado. Su hija murió en un accidente de coche después de una noche de baile hace muchos años.

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8. Un sueño

Autor: Jorge Luis Borges

En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma de círculo) hay una mesa de maderas y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mí escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular…El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros escriben.

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