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Charlie Gard: ‘muerte digna’ o esperanza de vida

Charlie Gard nació el 4 de agosto de 2016 en un hospital de Londres. Con tan solo seis semanas de vida, sus padres y doctores comenzaron a observar que Charlie no crecía y perdía peso y movilidad. Tras trasladarlo a un hospital fuera de la capital, el bebé fue diagnosticado con el síndrome de depleción del ADN mitocondrial, una enfermedad rara para la que no existe cura que padecen tan solo 17 niños en todo el mundo y que le impide ver y oír, y respirar, moverse o tragar por su cuenta.

Su caso ha sido muy seguido por los medios de comunicación de todo el mundo y su historia es una de las más desgarradoras que hemos conocido en los últimos años. Sus padres, en contra de la opinión médica del equipo del hospital Great Ormond Street de Londres y de una sentencia de la justicia británica, pero arropados por la opinión de siete científicos internacionales que creen que Charlie tiene posibilidades de mejorar,  quieren mantener con vida al bebé y no desconectarlo de las máquinas que le permiten seguir vivo.

La decisión de la corte británica de darle una muerte digna a Charlie fue recibida por la familia del bebé, como un jarro de agua fría. Los padres, Connie Yates y Chris Gard, planeaban llevar al bebé a los Estados Unidos para que recibiera un tratamiento aún en pruebas.

El litigio judicial comenzó el mes de marzo en los tribunales británicos y llegó hasta el europeo. Tras diversos recursos, fallos y apelaciones, sus padres consiguieron hace apenas unos días que el juez del Tribunal Superior británico, Nicholas Francis, ordenara que un médico independiente midiera la cabeza del bebé, pues, mientras que el hospital asegura que su cerebro no crece y que por tanto el daño es irreversible, Connie, Chris y los médicos estadounidenses afirman que la cabeza ha crecido dos centímetros.

El neurólogo estadounidense Michio Hirano especialista en miopatías y enfermedades mitocondriales del Centro Médico de la Universidad de Columbia, en Nueva York, examinó al niño y se reunió con los doctores que le atienden en el hospital y ha ofrecido a sus padres someter a Charlie a un tratamiento experimental, que, asegura el neurólogo, otorga un «10% de probabilidad de fortalecimiento de los músculos» y de una «pequeña pero significativa» mejora de la función cerebral, aunque la terapia empleada no ha sido probada ni siquiera con ratones aún.

«Sólo pedimos la última oportunidad para que nuestro hijo pueda tener salud. Tenemos la ocasión de aplicarle un tratamiento en Estados Unidos que le ofrece un 10% de posibilidades de curarse. No queremos prolongarle una vida de dolor y sufrimiento«, afirma Connie Yates.

En una próxima audiencia, el juez Nicholas Francis deberá decidir si autoriza que el menor sea mantenido con vida para ser trasladado y tratado en Estados Unidos.

Fotografía de portada: Uncredited/Family of Charlie Gard/dpa

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