ConsejosEducación en casa

Qué hacer si los niños nos pillan en la cama

Son altas horas de la madrugada. Las luces ya se han apagado, todo está en silencio, los niños por fin se han dormido y decidimos disfrutar de un tiempo de intimidad con nuestra pareja. De pronto, la puerta se abre, y ahí está nuestro hijo. Hay nervios, un susto, y todo es confuso. Y es el momento en el que surgen las preguntas: ¿Qué ha visto? ¿Cómo puede afectarle el habernos pillado in fraganti en pleno acto sexual? ¿Qué podemos hacer? «La peor de las opciones es no hacer nada», nos cuenta Carlos de la Cruz, Director del Master de sexología de la Universidad Camilo José Cela, en una entrevista concedida a Sapos y Princesas.

«Todo el mundo se asusta. El niño se asusta y se va y entonces entra la duda de ‘no sé si ha visto o no ha visto’. Ante la duda, hay que hablarlo: no queda más remedio», sentencia. «Y hay veces que la primera pregunta que le hacemos es ‘qué has visto’. Pregunta lo que quieras, pero te conteste lo que te conteste, tienes que hablar».

«Que desde la infancia piensen que lo que pasa encima de la cama es algo feo y sucio, resulta un riesgo que no merece la pena correr».

Y es que la situación es más complicada de lo que parece, pues «cabe la posibilidad de que el niño interprete como algo feo algo que estaba siendo bonito y lleno de ternura, como algo obligado lo que era deseado…». Puede llegar a pensar cosas que no son ciertas y hacerse una imagen equivocada del sexo y la sexualidad. «Como hay posturas, gemidos y situaciones que son un poco peculiares, es razonable que exista la posibilidad de que interprete en claves negativas lo que con toda seguridad estaba siendo algo positivo».

Y aquí es cuando nos surge la siguiente pregunta: ¿Hasta dónde podemos contarle? ¿Cuáles son los límites? ¿Cómo responder a sus preguntas, si es que las tienen? Partiendo de la base de que somos personas adultas y sensatas, no debería haber ningún problema en hablar con naturalidad. «No es que me refiera a contar ni dónde estaba la mano o la boca, son detalles que no son relevantes. Lo que sí hay que contar es que los dos estábamos a gusto, nos hace sentir bien, los dos queremos hacerlo, es una forma de tener placer y demostrarnos afecto… Eso es lo que hay que contar. Y si hubiera que contar más detalles, tampoco pasa nada y no es tan grave. No es relativamente malo el contar más detalles».

Pero, si hablamos más de la cuenta, ¿qué puede ocasionarles? «El problema de contar más es que los aburres, pero se trata de un problema pequeñito. Si cuentas de menos, a lo mejor les dejas insatisfechos, y han perdido una oportunidad de aprendizaje. En definitiva, hay que contar lo razonablemente justo y adecuado, pero en caso de duda,  veo más peligro en contar de menos que en contar de más», afirma Carlos de la Cruz.

«Si desde la infancia hemos construido silencios, dejando pasar oportunidades, que luego no nos sorprenda que ciertos temas estén excluidos para ellos».

Una de las reacciones más comunes en nuestros hijos cuando queremos hablar de este tema con ellos es que sientan vergüenza y no quieran continuar con la conversación, pero se trata de un asunto que hay que dejar claro. «Si no quieren hablar, que no quieran – nos explica Carlos de la Cruz – ¿Qué problema hay? No creo que los padres y las madres hablen con sus hijos solo de las cosas que ellos quieren. ¿Imaginas que un padre o una madre intenta explicar a sus hijos lo que es un semáforo o un paso de cebra, el hijo no pone interés, y entonces dice el padre ‘pues no te lo cuento’? No solo contamos las cosas que quieren saber, sino también las que necesitan saber», asegura.

«Que desde la infancia piensen que lo que pasa encima de la cama es algo feo y sucio, resulta un riesgo que no merece la pena correr. Si cuentas de más solo pueden ocurrir dos cosas: que te pongas colorado, lo cual no es un gran peligro, porque eso se quita; o que los aburras. Pero yo prefiero tener un padre que me hable de más y me aburra a un padre que cuando pasan cosas prefiere dejarlas en el silencio. (…) Cuando pasa algo de lo que se podría hablar y no se habla, a veces los niños y las niñas aprenden a que de este tema es mejor no decir nada. El silencio se construye con silencio, y luego los padres queremos que nuestros hijos nos hablen cuando sean adolescentes, pero si desde la infancia hemos construido silencios, dejando pasar oportunidades, que luego no nos sorprenda que ciertos temas estén excluidos para ellos».

«Cuando aprendamos como padres a interpretar la expresión ‘hablar con naturalidad’ como hablar como cada uno sabe, a lo mejor entendemos que lo importante es que mi hijo aprenda que puede contar conmigo».

Sin duda, los tiempos han cambiado y los padres de hoy en día sabemos que el diálogo es fundamental para educar y mantener una relación sana con nuestros hijos. Pero ante un tema tan delicado como la sexualidad, podemos llegar a sentirnos cohibidos y no saber exactamente qué debemos decirles. Hay padres que aún no se sienten preparados para hablar de sexo porque creen que para hablar bien de sexualidad hay que hablar sin pasar vergüenza o tener amplios conocimientos en la materia. «Tu hijo no es un tribunal de oposición, no tienes que demostrar competencias, ni te están grabando para la tele: es solo tu hijo. Cuando aprendamos como padres a interpretar la expresión ‘hablar con naturalidad’ como hablar como cada uno sabe, a lo mejor entendemos que lo importante es que mi hijo aprenda que puede contar conmigo. Ahí es donde la mayoría de padres ha patinado», asevera Carlos de la Cruz.

«Cuando yo veo que mi padre habla conmigo aunque le cueste, aprendo que le importo a mi padre porque se esfuerza para hablar conmigo. Pero cuando yo veo que mi padre lo que me cuenta es lo que está escrito en un libro, y me lo cuenta sin alma, porque cree que lo importante es el contenido, sé positivamente que se está equivocando».

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