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Bullying: acosadores, agresores y falsos espectadores

Insultos, burlas o amenazas en las redes sociales. Uno de cada cuatro alumnos sufre acoso escolar grave en España, el cual puede desembocar en peleas, trastornos de salud mental o, incluso, en suicidios. El bullying es un fenómeno cada vez más frecuente en nuestro país. Entre un 5 % y un 10 % de estudiantes adolescentes (10-15 años) lo sufre.

Un camino hacia la depresión

Un estudio científico dirigido por Lucy Bowes, de la Universidad de Oxford, en Reino Unido, y que fue publicado por The British Medical Journal, revelaban las serias consecuencias de este serio problema. Los autores de la investigación afirmaron que, aunque en el estudio se utilizan datos de observación y, por tanto, no se pueden establecer asociaciones causales, los resultados apuntan hacia “la hipótesis de que la victimización por parte de iguales en la adolescencia se asocia con un aumento en el riesgo de desarrollar una depresión en la edad adulta.” Y cifraban en un 30 % las depresiones en cuyo origen se encuentra el acoso escolar grave en el pasado.

En 2018 la UNESCO publicó un amplio informe titulado Violencia y acoso escolar: estado y tendencias mundiales, impulsores y consecuencias. Se basa en encuestas internacionales a gran escala y proporciona datos sobrecogedores de 144 países y territorios de todas las regiones del mundo que corresponden a estudiantes en edades comprendidas entre los 9 y los 15 años. En él se asegura, entre otras muchas cosas, que la violencia física, psicológica y sexual que se ejerce sobre los menores perjudica el aprendizaje y que “tanto la salud mental y física como el bienestar de los niños se ven afectados negativamente” por ella.

¿Qué podemos hacer si nuestro hijo es víctima de acoso escolar grave?

1. Estar bien informados

En primer lugar, debemos conocer los distintos tipos de intimidación. “El bullying y ciberbullying mantienen características idénticas, pero, respecto a la persistencia o repetición en el tiempo, el ciberacoso se convierte en algo que puede ser, además, permanente: veinticuatro horas al día, siete días a la semana o treinta días al mes”, explica la Doctora Rosario Ortega-Ruiz, de la Universidad de Psicología de Córdoba.

“En el caso del acoso mediante el móvil o Internet, los efectos son más devastadores, ya que la víctima no puede escapar de la situación ni siquiera cuando sale del centro escolar”, añade Fuensanta Cerezo Ramírez, Doctora en Psicología de la Universidad de Murcia y autora de Violencia en las Aulas, entre otras publicaciones.

2. Aprender a identificar el bullying y a encararlo

Una vez que sabemos en qué consiste, debemos saber cómo detectarlo y, finalmente, cómo actuar ante él. Según Ortega-Ruiz, “los niños suelen comenzar con problemas de sueño o de alimentación, cambios de carácter, irascibilidad, se vuelven muy reservados y muy recelosos. En definitiva, presentan síntomas de ansiedad y miedo. Aun así, no es sencillo percibirlo, ya que, generalmente, tratarán de ocultarlo”.

Existen varios organismos a los que podemos recurrir: el propio centro, la AMPA, delegaciones, inspecciones o fundaciones. La Policía Nacional cuenta con un Plan director para la convivencia y mejora de la seguridad en los centros educativos y sus entornos y dispone de un email específico (seguridadescolar@policia.es) para denunciar este tipo de violencia en las aulas.

Un caso real

Paloma es madre de una niña de 7 años que sufre acoso escolar. “Me dijo que le pegaban y lo último fue una piedra en el ojo. Al principio no le di importancia, ya que son niños muy pequeños. Hablamos con la madre del acosador, pero responsabilizó únicamente al colegio. Me sentía culpable e impotente. Es cierto que al principio el colegio no tomó muchas medidas, por lo que decidí acudir a la Concejalía de Educación”.

Acoso escolar grave: stop bullying
Hay que enseñar a los niños a no apoyar la violencia y a rechazar frontalmente el bullying | Fuente: Canva

¿Cómo evitar que mi hijo se convierta en un agresor?

Para Ortega-Ruiz existen factores de riesgo que pueden llevar a los jóvenes a adoptar dichos comportamientos, como “ser excesivamente mimados, haber contemplado y sufrido violencia en sus familias y/o recibido una crianza escasa en amor y protección”.

Cerezo Ramírez enumera algunas pistas para detectar a posibles agresores: “Agrede e intimida también a los hermanos pequeños, llora y/o se enfada mucho casi por nada, no tiene motivación por ir al colegio, habla de peleas en las que es el agresor o agresora. Insulta y amenaza con frecuencia, muestra un comportamiento desafiante y agresivo también con adultos”.

Testigos y ‘falsos espectadores’ del acoso escolar grave

Además de acosador y víctima, existe otro elemento en este tipo de situaciones que debemos tener en cuenta: el acosador pasivo, aquel que observa o conoce la situación. Puede mantenerse al margen o bien animar al agresor, en muchos casos por miedo a convertirse en la víctima.

“Los ‘espectadores’ tienen mucha responsabilidad, el acoso es conocido por todos los compañeros, pero hay siempre un pequeño grupo que apoya al agresor, que le ríe al agresor lo que vende como bromas o gracias. Cuando tenemos buenas políticas antibullying los espectadores y otros implicados que apoyan al agresor, como el mencionado pasivo, que mira para otro lado, dejan de apoyar la violencia”, advierte la psicóloga Ortega-Ruiz.

Hay que enseñar en las aulas y en los centros a no apoyar la violencia —continúa explicando— a no apoyar al chulito, a que los valores compartidos incluyan la solidaridad y el apoyo mutuo y no la rivalidad, la competencia, la chulería y prepotencia. Cuando los compañeros apoyan a la víctima y dejan de apoyar al agresor, el acoso termina. Es la clave”, concluye.

 

Acoso escolar grave en la adolescencia
Siempre hay quien le ríe las gracias al agresor | Fuente: Canva

El papel de los centros

El colegio tiene una gran responsabilidad sobre la vida social en las aulas. Sin embargo, “según los propios alumnos, solo el 55,7 % de los profesores interviene en los conflictos, pero la respuesta se dirige al agresor y suele consistir en imponer una sanción, la mayoría de las veces se limitan a abrir un expediente, expulsar de clase o expulsar del colegio durante varios días. Como vemos, no se registra ninguna intervención que persiga la restitución ni la aplicación de acciones educativas y/o terapéuticas”, explica Cerezo Ramírez.

Los consejos de los expertos

Por ello, ante una situación de acoso o ciberacoso, Ortega-Ruiz recomienda: “Si estamos próximos a la víctima, hablarle de que debe y puede salir de esa situación. Luego, ayudarle a que movilice recursos educativos, o incluso sociales y policiales, frente a lo que le está pasando. Afortunadamente, tenemos recursos públicos para ello. Contamos, a este respecto, con programas policiales extraordinariamente competentes para perseguir el bullying y ciberbullying”.

Respecto a los compañeros, según Cerezo Ramírez, “no deben mirar para otro lado, sino comentarlo con sus amigos del grupo y apoyar al que está siendo acosado, prestando su cercanía y, a la vez, dejando sin apoyos a los agresores, de esta forma deja de ser un juego para convertirse en una responsabilidad social”.

En este sentido, Nora Kurtin, Fundadora de Sapos y Princesas, opina que “como padres debemos hablar del acoso escolar grave a nuestros hijos y decirles que es tan responsable el que lo hace como el que sostiene al grupo agresor. Tenemos que educarles en la responsabilidad del grupo. Tal vez así estemos educando niños más justos y menos agresivos. Recordemos que puede tocarnos a cualquiera, que nuestros hijos estén tanto de un lado como del otro”.

Por Gemma García


Condiciones que contribuyen a mantener la violencia en la escuela

  • Justificar o permitir la violencia entre los chicos como manera de resolver sus conflictos.
  • No tratar de modo adecuado la diversidad y actuar como si no existiera.
  • Falta de respuesta del profesorado dejando a las víctimas sin ayuda.
  • Determinadas actitudes y creencias racistas, sexistas y xenófobas ejercen una influencia decisiva en el riesgo de ejercer violencia. Según la Fundación No Al Acoso, es esencial la sensibilización de los niños en torno al respeto a las personas y a las diferencias (de raza, de pensamiento, de religión, de orientación sexual o de capacidades).

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