Los tiempos han cambiado. Hace treinta años las familias se preocupaban por lo que les ocurría a sus hijos fuera de casa. Hoy en día el miedo se dirige en buena medida a lo que les puede ocurrir dentro, con el acceso ilimitado a internet, a solas, en sus cuartos y a través de sus teléfonos móviles personales. La campaña Generación XXX para proteger a la infancia de las consecuencias del acceso precoz a la pornografía, impulsada por la asociación Dale Una Vuelta, surge para alertar sobre este problema y para tratar de ponerle remedio.
La desprotección digital de la infancia
Internet es como un gran océano, un mundo desconocido donde podemos encontrar grandes bellezas, pero también contenidos monstruosos. Así viven los menores el primer acceso a la pornografía, como algo horrible y monstruoso. Se debe tener en cuenta que, en España, el primer contacto con este tipo de imágenes se encuentra entre los 9 y 11 años de media. Una edad de inocencia e ingenuidad que se ve interrumpida por el choque emocional que ese abrupto y prematuro descubrimiento produce en edades tan tempranas.
Otro dato: uno de cada diez lo hace antes de los 8 años, una etapa en la que creen en el Ratoncito Pérez y que complementan con el acceso a contenidos sexuales explícitos denigrantes que implican una brutal cosificación. Un contraste demoledor. El resultado: emociones de miedo, vergüenza, desconcierto y culpa, mezclados con excitación. Un cóctel molotov que puede dejarles una huella de por vida.
Las investigaciones más recientes nos indican que la edad de primer acceso podría condicionar el desarrollo de una adicción a la pornografía en el futuro, y cuánto más temprano es, mayor es el riesgo. De hecho, casi 4 de cada 10 chicos y 2 de cada 10 chicas están en riesgo de evolucionar hacia un uso problemático del porno. Una adicción caracterizada por la necesidad de gratificación, la dependencia, la falta de control, la tolerancia y el impacto negativo en las vidas afectivo-sexuales de los más jóvenes. Y de los no tan jóvenes.
