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Tipos de leche: ¿cuáles son los más comunes y cuándo debe consumirse cada uno?

Tipos de leche: ¿cuáles son los más comunes y cuándo debe consumirse cada uno?
Fuente: Needpix
Sapos y Princesas
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Fecha de actualización: 29.10.20

A diferencia del resto de mamíferos, la mayoría de los humanos continuamos consumiendo diferentes tipos de leche, en su estado natural o mediante otros alimentos que la contienen, a lo largo de la niñez y la vida adulta. Dependiendo de la edad y de las circunstancias particulares de cada persona, existen variedades más recomendables que otras. A continuación veremos cuáles son y qué propiedades y desventajas presenta cada una.

La importancia de la leche durante la etapa infantil

Su alto contenido en calorías, junto con la presencia de proteínas, azúcares, grasas, minerales y vitaminas, sobre todo A, D y algunas del grupo B, la convierten en un producto muy completo. Es importante especialmente en las primeras etapas del crecimiento gracias al calcio, que fomenta el desarrollo de los huesos.

Hasta los 6 meses de edad, los bebés necesitan tomarla, siendo la mejor opción la procedente de sus madres. A partir de entonces, se van incorporando a su dieta otros nutrientes, entre ellos lácteos producidos por animales, principalmente de las vacas, y otras bebidas de origen vegetal que, aunque no pueden ser incluidas dentro de la categoría que nos ocupa, se emplean en ocasiones como elemento sustitutivo.

Tipos de leche, la materna
Durante las primeras etapas, se recomienda el consumo de leche materna sobre el resto | Fuente: Pixabay

Qué tipos de leche hay

Para saber a qué tipo de modalidades recurrir, es vital conocer las alternativas presentes en el mercado, así como los pros y los contras de cada una. Entre las mismas, podemos encontrar los siguientes tipos de leche:

1. Leche entera

Por lo general, informa la AEP, durante la infancia y adolescencia se aconseja tomarla entera, puesto que, en su estado natural, conserva la energía y la vitamina A ligadas a la grasa, de la que poseen porcentajes superiores al 3,5%. Los adultos, no obstante, también deberían mantener un consumo adecuado, con el fin de favorecer la conservación de la masa ósea y prevenir así la desmineralización de los huesos, causa frecuente de osteoporosis y fracturas. Dicho efecto cobra aún más importancia en las mujeres durante la adolescencia, el embarazo, la lactancia y la menopausia.

Dicho lo anterior y pese a que los lípidos que contiene son fáciles de digerir al encontrarse en forma de pequeños glóbulos rodeados de una fina capa protectora, las personas con sobrepeso, obesidad, hipercolesterolemia o hipertrigliceridemia podrían tener problemas por su alto contenido calórico. Además, a pesar de su valor nutritivo, está contraindicada en otros casos como la intolerancia a la lactosa, la galactosemia y la alergia a la leche.

2. Leche desnatada y semidesnatada

Con una proporción de grasa que oscila entre el 1% y el 1,5%, las leches desnatadas y semidesnatadas se consideran más adecuadas en dietas de personas que deban controlar la presencia de dicha sustancia en su organismo. Asimismo, se recomienda en casos de exceso de peso, de trastornos cardiovasculares y digestivos y de diabetes. Con el descremado, eso sí, se pierden ácidos grasos esenciales y vitaminas liposolubles, por lo que no es un producto apto para los niños a no ser que exista una indicación médica expresa.

Tipos de leche para niños
Entre todos los tipos de leche, la entera es la mejor para los niños por lo general | Fuente: Pixabay

3. Leche sin lactosa

Independientemente de la presencia de lípidos, existe otra variedad libre de lactosa, el azúcar natural de los lácteos que algunas personas tienen dificultades para digerir. Tal fenómeno, provocado por la ausencia de una enzima intestinal llamada lactasa, suele causar gases y la creación de sustancias que, como explica la AEP, vuelven las heces más ácidas y líquidas.

Si la intolerancia es muy fuerte, puede resultar necesario eliminar por completo la mencionada sustancia de la dieta, incluida también muchas veces en productos de bollería o panadería, en embutidos y en otros alimentos procesados. Cuando esto ocurra, es importante asegurarse de recurrir a otras fuentes ricas en calcio.

4. Leches de crecimiento

Las fórmulas enriquecidas están concebidas para garantizar el suministro adecuado de ácidos grasos Omega-3, hierro, vitamina D y yodo a los lactantes y niños pequeños con riesgo de sufrir un déficit de estos nutrientes. No obstante, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) recuerda que existen otras alternativas eficaces en tal sentido, como los suplementos específicos o la introducción temprana de la carne y el pescado en la alimentación complementaria.

5. Leche de cabra

Entre los tipos de leche que no proceden de la vaca, la más conocida es la de cabra, rica en vitamina B2 y con un menor contenido de B6 y B12 que la del ganado bovino, lo que la hace más parecida a la humana. Además, en vez de presentar caroteno, a partir del que se genera la vitamina A en la tiroides, dispone directamente de dicho nutriente preparado para su asimilación directa. Ambos hechos la convierten, según indican desde el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en una opción adecuada para la dieta infantil.

6. Leches vegetales

La AEP prefiere llamar a estos productos bebidas vegetales, entre las que destacan la de almendra, con más azúcares, la de soja, con más proteínas, la de arroz y la de avena. Aunque no deben ser suministradas a los bebés durante el primer año de vida, pueden ser una buena alternativa en dietas bajas en grasa o en caso de alergias a las leches de origen animal.

Lo que hay que tener muy claro, alerta el doctor José Manuel Moreno, coordinador del Comité de Nutrición de la institución pediátrica, es que estas variedades nunca deben sustituir a las bebidas lácteas como principal fuente de calcio y fósforo. Por eso mismo, antes de tomar esa decisión en nombre de nuestros hijos, es imprescindible consultarlo con el médico para que asegure, por una vía u otra, el aporte de los nutrientes esenciales.