ConsejosPsicología y salud mental

En casa no empiezan los problemas, comienzan las soluciones

Cada vez es mayor el número de artículos en las guías de educación infantil y crianza que ponen el foco de la mayoría de los problemas de la infancia y/o adolescencia en las casas de los menores. Mensajes del tipo «el bullying empieza en casa», inundan los muros de las diferentes redes sociales con artículos e imágenes y hacen que las familias tomen conciencia de la importancia de la educación en el hogar. Y es que, ciertamente, las soluciones empiezan en casa.

Sin embargo, puede que haya llegado el momento de alentar a las familias, girar el prisma y comenzar a mirar esta situación desde una perspectiva positiva; romper con el término casas problemáticas, y asociarlo a oportunidad o solución. Es muy extraño que un comportamiento o conducta de un menor no se haya dado con anterioridad en el hogar. Es por ello que son las casas los lugares ideales para poder enseñar valores morales y propiciar un buen desarrollo emocional para los niños.

Las bases de la pedagogía establecen criterios y características que facilitan el aprendizaje de los alumnos en los centros educativos. ¿Qué pasaría si aprovecháramos ese conocimiento y lo lleváramos a los hogares? Es cierto que los padres no tenemos un máster ni un título universitario que nos enseñe cómo educar y criar a nuestros hijos, pero nuestra manera de aprender es a través de las vivencias, aceptando los errores como oportunidades para avanzar y mejorar.

En casa no empiezan los problemas, comienzan las soluciones

Los niños aprenden por imitación, y es por ello que es tan importante que seamos capaces de ofrecer nuestro mejor reflejo ante el espejo de nuestros hijos. Eso les guiará antes sus dudas y sus propios errores, que, aunque no lo creamos, son más importantes que sus aciertos, ya que si no dejamos que los niños se equivoquen se convertirán en adultos incapaces de asumir sus responsabilidades.

Cuando se dan errores, estamos siendo testigos de algo grandioso, pues ese niño se está exponiendo al fracaso, algo que le da la oportunidad de aprender. Pero para que sean capaces de sacar algo positivo de su frustración, sus adultos de referencia deben haber tomado en su educación seis medidas:

  1. Valorar por encima del resultado, su actitud y esfuerzo.
  2. Ofrecer el tiempo necesario para que el niño o niña realice lo que se propone.
  3. No hacer las cosas por sus hijos y dejarles que sean ellos quienes solucionen sus problemas.
  4. Enseñar recursos y nuevas herramientas.
  5. No juzgar a la persona, sino a la conducta.
  6. Quererlos y aceptarlos tal y como son.

Las soluciones empiezan en casa

Estas seis acciones, ofrecen una libertad de vivencia tan sana en la infancia que da como resultado a niños con más conocimiento de sí mismos, con una mayor autoconfianza, y por consiguiente una mejor autoestima.

Cada hogar, cada escuela y cada ciudad es diferente, la generalización de reglas de oro mágicas como una receta secreta para atender las necesidades de nuestros hijos, es una utopía. La educación y la psicología son cajas repletas de herramientas. Seamos flexibles y pacientes, y probemos con unas y otras.

En un mismo hogar, dos hermanos pueden ser educados con un mismo sentido educativo y valores morales, pero con cada uno debemos usar estrategias y herramientas educativas diferentes. De no hacerlo así, les estaríamos obligando a ser iguales, a romper su esencia individual (con sus talentos y fortalezas), para ser como esperan los adultos, y esta será una de la mayores causas de frustración de padres e hijos en los hogares. Vivirán ambas partes con la insatisfacción de no ser como deberían, mejores padres o mejores hijos.

El párrafo siguiente no contiene un secreto a voces, ni un juego de palabras que te permita de repente hacer un cambio en tu estilo educativo, pero quizás sí un consejo: imagina que fueras capaz de aplicar las seis acciones que en líneas anteriores comentábamos para tus hijos, contigo mismo.

Quedarían de la siguiente forma:

  1. Valora tu esfuerzo y actitud como padre o madre, es una labor muy dura además de maravillosa.
  2. Date tiempo para aprender a resolver los problemas que surgen. Las respuestas no están escritas, las irás descubriendo con tu experiencia.
  3. Asume tu responsabilidad cuando así sea.
  4. Comparte tus experiencias con otras familias, en ese intercambio conocerás nuevos puntos de vista y experiencias.
  5. Evita atribuirte etiquetas tóxicas. Mala madre o mal padre, dañan tu autoestima y minan tu desconfianza.
  6. Quiérete y acéptate tal y como eres, pues tus hijos te han adorado desde que te conocen.

Como conclusión: “Tu casa es tu hogar, y es el lugar ideal de crecimiento personal para tus hijos y para ti, es la solución para ambos”.

 

Eliezer Marrero
Educador en Centro Terapéutico
para adolescentes con trastornos del Comportamiento

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