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¿Por qué es importante enseñar a nuestros hijos a apreciar la belleza?

Enseñar a nuestros hijos a apreciar la belleza es necesario para su felicidad y desarrollo emocional. Todos hemos experimentando el placer y las emociones positivas que despierta contemplar un atardecer en la playa, una obra de arte, o al escuchar nuestra canción favorita.

“La belleza es placer y conocimiento”, dijo Kant hace ya unos cuantos años. Y además, la capacidad de experimentar placer a través de lo estético, una cualidad esencialmente humana. Nos cuesta imaginar a un perro o un pájaro deleitándose ante la Ophelia de Milais o el David de Miguel Ángel.

Esta cualidad intrínseca del ser humano se debe al crecimiento distintivo de un área concreta del cerebro, el córtex prefrontal frontolateral. Las neuronas de esa área decidieron proliferar y espesarse, dotándonos así de la posibilidad de disfrutar de una manera única de la belleza.

Cuando contemplamos una obra de arte o nos deleitamos con la belleza en cualquiera de sus expresiones, ese área concreta del cerebro se activa, y segrega dopamina. La dopamina es una sustancia que hay en nuestro cerebro; es la que nos hace sentir placer. Cuando degustamos nuestro plato favorito, cuando leemos un libro o paseamos con amigos, cuando hacemos cualquiera de las cosas que nos gustan y nos hacen felices, se segrega dopamina. Y por eso sentimos bienestar, placer, felicidad.

Y contemplar la belleza es una de las actividades más sencillas, gratuitas e inocuas que podemos llevar a cabo para experimentar placer.

Sin embargo, a veces estamos embotados. Somos incapaces de apreciar la belleza que existe a nuestro alrededor. Pasamos por alto muchos pequeños momentos de placer que podríamos experimentar si fuéramos capaces de detenernos y disfrutar todo lo bello que la vida nos ofrece.

Pero esa capacidad se puede cultivar.

Niños disfrutando de la ópera
Niños en la ópera | Fuente: ShutterStock

Si enseñamos a nuestros hijos a desarrollar su sentido estético, a disfrutar y paladear el arte, la pintura y la naturaleza, le estamos dotándoles de la capacidad de ser más felices.

Hay quien solo obtiene placer con el consumismo, el ocio, la actividad desenfrenada. Y nuestro estilo de vida no ayuda a que esto sea de otra manera. Tenemos que remar a contracorriente cuando queremos que nuestros hijo sean capaces de apreciar las amapolas en el arcén de la carretera, o a deleitarse con la lluvia. Pero es un esfuerzo que merece la pena.

¿Y cómo podemos enseñar a nuestros hijos a apreciar la belleza?

En primer lugar, debemos darles la posibilidad de entrar en contacto con el arte. Llevarlos a museos, exposiciones, obras de teatro, y en general, cualquier actividad cultural. Hay museos para niños donde desde bien pequeños pueden tener un primer contacto con el arte y el conocimiento. Y por supuesto los museos convencionales. Debemos adaptar las visitas a su edad, evitando que sean demasiado largas o pesadas.

Es importante que vayamos explicándoles lo que están viendo, ayudándoles a fijarse en los aspectos relevantes de las obras, contándoles pequeñas historias. A los niños les encanta escuchar, y estarán más atentos a lo que ven si lo acompañamos de pequeñas explicaciones. Además, esto ayuda a reconducir su atención.

La naturaleza también es una fuente de belleza inagotable, y está a nuestro alrededor en cualquier momento y lugar.

Familias visitando un museo
Familias visitando un museo | Fuente: ShutterStock

Por supuesto si podemos llevarles con frecuencia a caminar por el campo o acercarlos al mar, mucho mejor. Pero incluso en la ciudad o el pueblo hay belleza natural por apreciar.

Llamar su atención sobre la luna, hacerles fijarse en el cielo al atardecer, comentar lo bien que huele el campo, enseñarles a mirar las estrellas, o simplemente, tumbarnos con ellos en la hierba a ver pasar las nubes.

El sosiego y la tranquilidad que transmite la contemplación de la belleza, el placer que se experimenta al deleitarse en la contemplación de lo bello, es una capacidad que se puede aprender y cultivar, y que fácilmente podemos transmitir a nuestros hijos.

En un mundo cada vez más agitado y estresante, ser capaz de detenerse, sentarse y simplemente ver la hierba crecer, es una habilidad imprescindible para sobrevivir a la vorágine de estímulos del estilo de vida actual.

Hazles ese regalo a tus hijos. Ensénales a disfrutar de la belleza.

Úrsula Perona
Psicóloga infantil
Colaboradora de Sapos y Princesas

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