ConsejosPsicología y salud mental

La importancia de no reprimir nuestras emociones para ser un buen ejemplo

¿Has pensado en no reprimir emociones frente a tus hijos? ¿Te has preguntado alguna vez si sabes qué emoción estás sintiendo en este preciso momento o si sabes ponerle nombre?  O, por el contrario, ¿intentas ocultar constantemente las emociones que florecen en ti? Si es así, ¿te has parado a pensar por qué?

Día a día tenemos que convivir con las emociones, sin embargo, son unas tremendas desconocidas para una gran mayoría de nosotros. Incluso hay veces que pensamos que lo mejor cuando educamos a nuestros hijos es ocultar nuestras emociones, porque creemos que nos hacen débiles frente a ellos y no nos damos cuenta de que podemos estar dándoles mal ejemplo. Pero la realidad es que cada una de las emociones juega un papel importante en nuestro equilibrio como ser humano.

La rabia o el miedo

Muchos creen que algunas de las emociones que existen, como la rabia o el miedo, están para molestarnos y hacernos la vida imposible. La realidad es que las emociones más incómodas de experimentar cumplen una función protectora. Cuando ocurre algo, ponen todas sus alarmas en marcha y nos avisan de que algo no va bien interna o externamente. Así que, ahí nos encontramos con la primera cortapisa. Puede que, lo que está ocurriendo realmente, es que no sepamos gestionarlas debidamente.

Los seres humanos aprendemos a hacerlo a través de nuestros padres o cuidadores principales. Es importante, que cuando somos pequeños se dé un espacio para expresar sin límites y con seguridad. La figura referencial hará de guía para entender qué emoción es y cómo regularla y le enseñará a tener inteligencia emocional.

Hombre preocupado
Hombre preocupado | Fuente: Unsplash

La tristeza

Si, como niño, veo que cada vez que me pongo triste mi madre lo pasa mal, aprenderé a guardarme mis emociones para así protegerla a ella y también a mí mismo. Si no encuentro una protección en ella, que es de quien dependo 100% para poder desarrollarme adecuadamente y mantenerme vivo, entenderé que también tengo que cuidar de mí mismo, y eso lo haré de una manera pobre y deficitaria, pues nadie me ha enseñado a regularme.

Cuando nos sentimos, por ejemplo, tristes, muchas veces intentamos ocultar esa emoción, creemos que si la evitamos por todos los medios desaparecerá y dejará de fastidiarnos tanto.

Reprimir las emociones

Pero, ¿qué es lo que ocurre cuando intentamos enterrar las emociones? Cuando intentamos esconderlas, realmente nos estamos dañando a nosotros mismos. Nos estamos poniendo una especie de armadura que hace que nos reprimamos emocionalmente y esto dificulta mucho un desarrollo social adecuado.

Pensemos en un ejemplo: Imagina que tu pareja, tras varios años de relación, decide terminar con ella porque siente que el amor terminó. Hay diferentes formas de afrontar esa ruptura y en todas ellas las emociones tienen un papel importante.

Una manera funcional de llevarlo a cabo sería manejar el duelo de la ruptura, es decir, vivir y sentir la tristeza que esta situación produce de manera natural. En cambio, si evitas sentir estas emociones tan incómodas que van de la mano de esa situación, como por ejemplo, ocupando todo tu tiempo para no pensar, estarás empleando un afrontamiento disfuncional. Es cierto que, a corto plazo, puedes sentir que estás bien, pero a largo plazo estas emociones tienen que salir y lo harán de una manera abrupta, desbordándonos por completo sin control alguno, como si de una olla exprés se tratara.

Padre e hijo tristes
Padre e hijo tristes | Fuente: Pixabay

Consecuencias de la evitación

Si nos reprimimos e ignoramos, pagaremos un peaje por ello. Estas, no desaparecen, si no que se quedan dentro de nosotros a nivel inconsciente. Pueden aparecer en forma de insomnio, de ansiedad o de dolor físico. ¿Por qué sucede esto? Porque estamos empleando una gran cantidad de energía en intentar que no se vean, lo que nos resulta muy costoso y esto se traduce en estrés.

Normalmente la sociedad nos da mensajes del tipo “no merece la pena que estés así de triste”, “no llores”, “tienes que estar bien”, “esto lo soluciono yo rápido, hoy salimos y se te pasa este malestar”, “tienes que ser fuerte”.

Cuando nos sentimos tristes, enfadados, con miedo, necesitamos expresarlo, gritar, llorar y pensar.

Muchas veces las personas no saben manejar el malestar de los demás y por tanto tampoco el suyo propio, convirtiéndose en una amenaza para ellos nuestras propias emociones, dándonos una gran variedad de consejos que en realidad son más bien una forma de evitar los sentimientos.

Escucharnos a nosotros mismos

Al prestar atención a cómo nos sentimos nos entendemos mejor a nosotros mismos y tenemos un mayor control emocional propio, obteniendo de esta manera una buena regulación. Es importante que dejes fluir las emociones, es decir, que atiendas esa emoción cuando aparece, y que busques cuál es su origen, porque esta emoción te está intentando dar un mensaje.

A tener en cuenta ante las emociones

  • Es importante que no censuremos o ignoremos nuestras propias emociones.
  • Debes saber que las emociones no son malas ni están para hacernos daño, si no para informarnos de algo.
  • Hay que atender y reconocer las señales emocionales a nivel físico, es decir, en qué parte de mi cuerpo estoy sintiéndola.
  • Hay que reflexionar y buscar acerca del desencadenante de la emoción que estamos experimentando.
  • Debemos expresar aquello que nos ha hecho sentir de determinada manera.

Lidia García Asensi
Psicóloga
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