ConsejosPsicología y salud mental

La hiperestimulación aleja a los niños del éxito y la felicidad

La necesidad, y muchas veces la ansiedad de los padres por que sus hijos se conviertan en adultos con una alta formación académica, está provocando que el exceso de actividades sustituya su tiempo libre y en familia. Que el gasto familiar en educación sea el único que creció en plena crisis ilustra claramente la importancia y los esfuerzos que los progenitores vuelcan en la educación de sus hijos. Tanto es así, que llegan a convertirla en hipereducación, sobreestimulando a los niños y alejándolos del éxito, el aprendizaje real y la felicidad.

Estas son las consecuencias de la sobreestimulación y así nos lo ha explicado Alicia Banderas, Psicóloga y autora del certero libro Niños sobreestimulados. Una obra que ayuda a los padres a comprender las necesidades vitales de sus hijos, invitándoles a respetar su ritmo de crecimiento y aprendizaje, y a compartir más momentos en familia.

De la sobreestimulación a la calma, el camino a la verdadera inteligencia

Esta intención de los padres de convertir a sus hijos (a veces sin darse cuenta) en súper-niños se suma a la necesidad, por imperativo laboral, de tenerlos permanentemente entretenidos. El resultado son niños con verdaderas “agendas de ejecutivos que ni siquiera han cumplido los dos años”, alerta Alicia Banderas. “Se les apunta a un sinfín de actividades excesivamente guiadas y planificadas” lo que resta tiempo de juego libre. “Ese afán porque sean más inteligentes y adquieran mayores habilidades hace que les expongan a estímulos excesivos y/o precoces como, por ejemplo, a tareas demasiado complejas antes de que su cerebro esté preparado”, algo que no respeta el ritmo de aprendizaje del niño y genera “bloqueo mental, saturación, y no aprendizaje”, afirma Banderas.

Como antídoto, la psicóloga destaca los beneficios “del tiempo de juego verdaderamente libre, imprescindible para potenciar el innato espíritu creativo de los niños. (…) Necesitan calma, sosiego para interiorizar los estímulos que les llegan, y dedicar tiempo a explorar y profundizar en una tarea o juego”. Por no hablar de la importancia del aburrimiento, al que hoy los niños no suelen tener el gusto de conocer. Estas variables son las que aseguran que el niño conozca sus propias preferencias, experimente el empuje de la motivación y desarrolle sus capacidades a un ritmo adecuado.

La hiperestimulación genera bloqueo, estrés y desmotivación

Por otro lado, la omnipresencia de las pantallas dificulta aún más el proceso de aprendizaje puesto que “les mantiene en un esfuerzo constante por filtrar información, generan una gran velocidad perceptiva y de procesamiento de la información que merma su capacidad de comprensión lectora”, dice Banderas; todo ello complicaría, por ejemplo, su capacidad para extraer la idea principal de un texto o incluso comprenderlo globalmente. “Por lo que la abstracción y el razonamiento se ve mermado”. Al final, hoy los niños son “hombres y mujeres orquesta del S. XXI” enfrascados en la multitarea la mayor parte del día. En realidad, lo que parece una cualidad de nuestro tiempo es un obstáculo serio también a la hora de aprender a planificar y secuenciar tareas. Incluso para terminarlas. “Están muy acostumbrados a la inmediatez y a las recompensas rápidas” explica Alicia, y con el excesivo uso de los dispositivos electrónicos fomentamos su pasividad, sedentarismo, aislamiento y vagueza intelectual”. ¿Podemos los padres ganar esta batalla? Se puede, y es más, puede ser muy enriquecedor también para nosotros.

El juego libre, la cuna del autocontrol, la planificación y la creatividad

Lo primero es saber detectar cuándo y porqué un niño está sobreestimulado. La línea que separa una actividad adecuada de otra hay que buscarla en el propio niño. La alarma debe saltar “cuando éste deja de ser el protagonista de sus propias creaciones”. Cuando juega, “el niño descubre, decide, cambia su forma de jugar, y cuando predominan los estímulos externos, sea a través de las pantallas o de actividades excesivamente estructuradas, no permitimos que fluya esa libertad interior”.

Hay que tener siempre presente que el conocimiento se origina desde dentro hacia fuera. Solamente a través del gusto, o cuando se concentra en esa tarea, es cuando nuestro hijo va a aprender”. Por supuesto, esta regla debe aplicarse también a las actividades extraescolares. Sin embargo, y sobre todo en sus primeros años, “los niños no necesitan tantísima estimulación, con su entorno, con los juegos ya es suficiente”. En primaria y secundaria, que ya tienen deberes y extraescolares, el juego libre debe convivir con éstas y debe darse tanto dentro como fuera de casa.

La creatividad surge entre dos estados, el estado de aburrimiento y el de ansiedad y los niños buscan naturalmente un equilibrio entre los dos

Banderas, explica que“la creatividad surge entre dos estados, el estado de aburrimiento y el de ansiedad y los niños buscan naturalmente un equilibrio entre los dos”. Esto sólo se da cuando el niño tiene espacio y libertad para buscar “pequeños desafíos que se ajustan a sus capacidades y les proporcionan cierta ansiedad, porque no los superan con éxito”. Cuando esto ocurre suelen tirar el juguete, incluso enfadándose, pero cogen otro o se aburren autorregulando su actividad, y sus necesidades emocionales, “y eso es maravilloso para la vida”, porque aprenden a generar alternativas, a solucionar problemas a través de la creatividad. Algo básico para la edad adulta.

La tecnología hiperpresente

Quién no le haya puesto dibujos a su hijo mientras comía en un restaurante con amigos, leía el periódico, o hablaba por teléfono que levante la mano. Somos culpables y víctimas. Pero lo importante es ser conscientes y evitar la exposición a las pantallas en los primeros años de vida del niño tratando de hacer un uso adecuado de la tecnología. La exposición temprana “a impulsos tan frenéticos y de gran impacto visual hace que los niños terminen por perder el interés hacia estímulos más naturales y, por tanto, con un ritmo más lento. De hecho, para seguir saciando su interés y que no se aburran (que realmente sería una experiencia positiva) cada vez necesitarán más dosis y exposiciones más prolongadas.”

Es importante que hagamos todos un esfuerzo por cuestionarnos está hiperpresencia de la tecnología que hemos normalizado muchísimo

Y es que somos los padres los principales responsables de reducir esta hiperpresencia de la tecnología en casa, potenciando la empatía y luchando contra el sedentarismo. Para ello, Banderas aconseja:

  • No dejar los móviles y demás dispositivos al alcance visual de los niños más pequeños
  • Hacer, como adultos y progenitores, un uso responsable de ellos
  • Pactar firmemente y dosificar el uso de la tecnología con nuestros hijos preguntándonos si es realmente necesario que lleven el móvil en algún momento concreto.
  • Condicionar su uso a tareas necesarias como, por ejemplo, hacer los deberes
  • Conversar sin pantallas presentes, mirando a los ojos a nuestro hijo
  • Combatir el sedentarismo con juegos tradicionales al aire libre
  • Sobre todo para adolescentes, visitar alguna ONG, puede ser muy beneficioso pues fomenta la empatía y el contacto humano.

Si en etapas infantiles reducimos su contacto con las pantallas casi al 100% no pasará nada porque los niños son nativos digitales y las acabarán manejando, pero la tecnología es innecesaria para su aprendizaje, de hecho, parece ser más un obstáculo. Es en edades más avanzadas, como la última etapa de primaria, cuando la psicóloga infantil aboga por la convivencia entre tecnología y experiencias analógicas, por llamarlas así, destacando la lectura y el cine. En ellas el niño puede descubrir, incluso crear sus propios cuentos, y ambas ofrecen un hilo conductor capaz de mantener su atención de forma continuada. “Conseguir que ellos convivan con este tipo de entretenimiento y ser tú también un ejemplo supone fortaleza y proactividad por parte de los padres”.

Compartir en familia: la clave de la felicidad

El cine, la lectura ¿y qué más? Porque el universo lúdico de los niños es inmenso, que digo, astronómico, y para muchos padres es además un laberinto del que prefieren salir pronto a salir victorioso. A la hora de elegir un juguete Banderas les recomienda hacer el sano ejercicio de mirar el juguete a través de los ojos del niño con estás tres preguntas:

  • ¿Qué hará mi hijo con este juguete? Es decir, cuestionar su potencial.
  • ¿Qué versatilidad tiene?  Si va a permitir al niño diferentes formas de jugar con él.
  • ¿Es adecuado para su edad? Si respeta el desarrollo del niño. A veces no depende de lo que indique el fabricante, si no del carácter y las necesidades de éste.

Por encima de los juguetes, para Banderas, está la imaginación y el acto de compartir, y aquí no habla solo de los niños, habla de los padres. “Sé que estamos cansados y que es muy difícil la conciliación pero hay que hacer un esfuerzo”, dice. Un esfuerzo para desarrollar nuestra creatividad y para “tener un espacio de juego con la familia, además del espacio libre que hay que dejarles; pero hay determinadas rutinas con los padres que son muy importantes”. Jugar en la naturaleza, montar en bici, patinar, compartir deportes, o juegos de mesa, incluso videojuegos –en últimas etapas de primaria-. Se trata de compartir: “eliges el juego con él, los conoces y sabes cuál es adecuado y cuál no, compartes un momento que al niño le gusta, conversas sobre valores, sobre conceptos como la competición, el éxito, perder, ganar, de ahí pueden salir muchas cosas”. En definitiva se trata de detectar “oportunidades para compartir espacios y a los niños les encanta compartir esos momentos contigo, les encanta estar con sus padres.”

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