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Aprendiendo a comer en familia, ¿qué debemos tener en cuenta a cada edad?

La hora de la comida puede convertirse a veces en el origen de desagradables desacuerdos cuando, por el bien de los niños, pretendemos transmitirles ciertas pautas y hábitos saludables. Seamos realistas, no existe una fórmula mágica que resulte infalible contra estos conflictos. Desterrarlos de la vida familiar exige constancia, ejemplaridad y, sobre todo, paciencia. También es importante conseguir que se impliquen en determinadas tareas, una forma efectiva de que, al tiempo que van aprendiendo a comer, se familiaricen con los distintos ingredientes y se abran a probar cosas nuevas.

Consejos para una nutrición infantil saludable

Si queremos asegurarnos de que los hábitos alimenticios de nuestros hijos sean los adecuados, podemos acudir a las recomendaciones de los médicos y nutricionistas quienes, tras estudiar cada caso, sabrán determinar qué es más conveniente. En líneas generales, la pediatra especializada en control de peso Mary L. Gavin aconseja seguir 10 normas básicas:

  1. Cerciorarnos de que los niños van aprendiendo a comer desde que son pequeños.
  2. No permitirles decidir qué alimentos entran en casa, una responsabilidad que corresponde a los adultos.
  3. Ofrecerles varias opciones y dejar que elijan una.
  4. No forzarlos a que se coman todo, para que sepan reconocer la sensación de saciedad.
  5. Animarlos a experimentar con nuevos sabores y texturas.
  6. Controlar la ingesta de bebidas, dando preferencia al agua y a la leche y dosificando los refrescos y los zumos.
  7. Concienciarlos del consumo responsable de dulces.
  8. No utilizar las comidas que más les gusten como premios, algo que puede desembocar en futuros comportamientos compulsivos.
  9. Servir de ejemplo, llevando una alimentación sana y una conducta que les sirva como referente.
  10. Limitar el tiempo de televisión y ordenador y fomentar la actividad física diaria recomendada, el mejor complemento para una dieta saludable.
    Aprendiendo a comer y haciendo ejercicio
    Mientras los niños están aprendiendo a comer, deben realizar alguna actividad física a diario | Fuente: Unsplash

Aprendiendo a comer desde las primeras etapas

Al igual que con otras tareas cotidianas, cuando nuestros hijos son muy pequeños es necesario que les ayudemos durante las comidas. Con el tiempo, irán adquiriendo mayor responsabilidad y serán capaces de hacerlo por sí mismos, tanto en lo que se refiere a las normas básicas de educación en la mesa como a la destreza en el manejo de los cubiertos. Para que este proceso tenga éxito, resulta clave incentivar sus progresos, teniendo muy presente la etapa en que se encuentran.

Tras superar el periodo de lactancia exclusiva, a los 6 meses de vida se deben ir introduciendo nuevos alimentos complementarios “de uno en uno y en pequeñas cantidades”, tal y como aconseja la Asociación Española de Pediatría. De la misma manera, lo consideran el momento idóneo para comenzar a utilizar las cucharas y los vasos, para estimular la masticación y para permitir que manipulen los alimentos ellos mismos.

A lo largo del segundo año de vida, nuestra misión ha de centrarse, según la AEP, en dos factores: conseguir que nuestros hijos coman una variedad similar a la de los adultos y que lo hagan de forma autónoma. A partir de los 18 meses, o algo después en otros casos, se inicia una época de inapetencia provocada por la ralentización del crecimiento. Ante este nuevo escenario, debemos respetar cuando se sientan saciados y nunca forzarlos.

Aprendiendo a comer una amplia variedad de alimentos
Cuando los niños están aprendiendo a comer en su segundo año de vida, debemos proporcionarles variedad | Fuente: Unsplash

Cómo conseguir que los niños coman de todo

La neofobia, entendida como el rechazo a probar nuevos alimentos, es mucho más frecuente durante los primeros años de vida. Teresa Cenarro y Ana Martínez, pediatras especializadas en nutrición, explican en El Mundo. Lo normal es que exista una aversión de los niños hacia las frutas, hortalizas y pescados, así como una atracción por las elaboraciones en las que predominan las grasas y la sal, componentes que “potencian y vehiculizan los sabores”. Sostienen que si nos encontramos con una negativa, no hay que desistir, sino ofrecer de nuevo esa comida entre 8 y 15 veces cuando la volvamos a hacer para nosotros.

Para tener más probabilidades de éxito, podemos presentar el plato de distintas maneras o acompañarlo con algo que sí les guste. El psicólogo educativo Jesús Ramírez Cabanillas aporta, en la misma publicación, un consejo para que algunas verduras no les resulten tan desagradables. Pone como ejemplo “las judías verdes, cuya piel, si están enteras, es aterciopelada y puede ser motivo de rechazo”, algo que podemos evitar pelándolas previamente.

También puede resultar útil hablar a nuestros hijos, adaptando la información a cada etapa, de las propiedades beneficiosas de aquellos alimentos que menos les convencen. Es una forma de atraer su atención hacia ellos y, con un poco de suerte, de que empiecen a acostumbrarse a esos sabores. Además, permitirles participar en las compras y en el cocinado fomenta su implicación y facilita posturas más susceptibles al incorporar nuevos ingredientes a la dieta familiar.

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