Altafulla es un bonito enclave que antaño fue tierra de romanos, marqueses e, incluso, brujas. Cuenta con un legado histórico de su muralla y su castillo medieval, la riqueza de la naturaleza circundante, playas galardonadas y sus múltiples senderos. A esto se suma su oferta cultural que reúne artesanía y música, pero también sus fiestas, que rememoran las grandes leyendas y misterios que relacionan la localidad con la brujería.

 Vila Closa, casco histórico de Altafulla

El núcleo medieval amurallado de Altafulla, en su parte más alta, pertenece al origen de la ciudad. Declarado Bien Cultural de Interés Nacional en el año 1998 por la Generalitat. Está repleto de hermosas casas junto al Castillo de Montserrat. La muralla, reconstruida durante los siglos XVII y XVIII, conserva algunos tramos y consta de sus torres y tres portales de acceso. Podrás disfrutar de un paseo por las calles empedradas y las pequeñas plazas y jardines.

En este paseo encontramos la Iglesia de Sant Martí, datada del año 1705, con una fortificación similar a la del castillo. Esto se debe a que la construcción del templo católico fue realizada por los marqueses de Tamarit, que adquirieron también en el siglo XVII el castillo y restauraron ambos. La fortaleza, del año 1059, tiene una planta poligonal irregular con torres coronadas por almenas, con un patio interior rodeado de una galería renacentista y jardines. Pueden visitarse en épocas concretas bajo reserva.

Playa de Altafulla

Playas y senderos

Dirigiéndonos hacia el mar se encuentra uno de los paseos marítimos más bonitos de Cataluña, el paseo de Les Botigues de Mar, separado de la ciudad por un conjunto de casas que se construyeron durante el siglo XVIII como almacenes de pescadores y comerciantes. Desde aquí, a la vez que disfrutas de un agradable recorrido paralelo al mar, obtendrás unas vistas excelentes de Vila Closa.

Una buena opción para refrescarse es el arenal del Canyadell, una pequeña cala nombrada playa virgen por el grupo Ecologistas en Acción de Cataluña. También existen otros espacios naturales a través de una red de caminos que pasan por algunos de sus lugares más emblemáticos, como la Montaña de Sant Antoni y su ermita, las huertas y árboles monumentales, muros y barracas de piedra seca o incluso la ribera del río Gaià y su desembocadura.

Romanos y brujas

Esta localidad cuenta con un pasado romano. Alrededor de esta se fueron fundando numerosas villas dedicadas a la actividad agrícola y de ocio, y una de ellas fue la Vil·la dels Munts, cerca de la playa de Altafulla, construida en el siglo I dC y residencia de Valerius Avitus Caius, mandatario de la ciudad romana.Las excavaciones, que se iniciaron en 1967, descubrieron piezas como estatuas de mármol que ahora se ubican en el Museo Arqueológico de Tarragona. Esta villa forma parte del conjunto arqueológico de la Tarraco romana, lo que lo convierte en Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000.

Pero un aspecto que hace realmente famosa a esta localidad son sus leyendas sobre brujería. Altafulla, tres mujeres, tres brujas, hace referencia a las tres hechiceras de las que se habla en muchas de las historias recogidas en un libro de Antoni Gelabert. Según estas, las brujas salían de sus casas por las noches y caminaban hacia la playa, donde tenían lugar algunos de sus rituales.

Debida a esta cantidad de cuentos y leyendas sobre ello, anualmente, a finales de junio, se celebra la Nit de Bruixes, donde tienen lugar charlas, baile, talleres, rituales e incluso un mercado esotérico donde puedes aprender a leer las cartas del tarot o las líneas de vida de las manos, además de adquirir piedras y minerales con supuestos poderes sobrenaturales.