ConsejosPsicología y salud mental

¿Qué influye en el sueño del bebé?¿Por qué no duerme?

¿Por qué no duerme mi bebé? ¿Me lo llevo a la cama o lo dejo en su cuna? ¿Tiene hambre o solo quiere estar conmigo? Si hablamos de sueño infantil, estas y otras muchas preguntas, en algún momento, pasan por la cabeza de los padres. Son múltiples las ocasiones en que, desesperados, no saben qué hacer para que sus hijos descansen y, por ende, para que también ellos puedan dormir.

El mundo del sueño infantil levanta inquietudes en todas las familias con niños de temprana edad. Si bien se trata de un tema muy comentado, la diversidad de información que podemos encontrar, con múltiples explicaciones y variedad de autores, hace complicado decidir el camino a seguir para tomar decisiones que puedan ser de utilidad.

A pesar de que son muchos los profesionales que se han encargado de estudiar el sueño, existe un punto común en todos ellos: el sueño infantil es un proceso evolutivo. Esto significa que todos los niños sanos, aunque ahora presenten despertares nocturnos frecuentes o algún otro problema por los que parezca muy difícil conciliar el sueño, en algún momento van a dormir correctamente.

¿Qué influye en el sueño de los niños?

El sueño del bebé está directamente conectado con sus necesidades básicas: alimentarse, sentirse cuidado por alguien o desarrollarse emocionalmente.

1. La alimentación

Cuando nuestro bebé acaba de nacer, necesita comer con frecuencia para evitar hipoglucemias (bajadas de azúcar en sangre) y crecer. Según la Organización Mundial de la Salud, estas comidas deben ser a demanda y estar repartidas durante el día, ya que el estómago de un recién nacido es muy pequeño. Los primeros días de vida evoluciona desde el tamaño de una canica hasta el de un huevo. Esto se traduce en que se llena muy pronto, pero también en que enseguida vuelve a tener hambre. Por tanto, si nuestro bebé duerme entre 14 y 20 horas, tenemos que prever que en ese período de tiempo habrá momentos en los que no va a dormir porque estará comiendo. En torno a los 4 meses de vida, se producen cambios en su necesidad alimenticia. Por lo tanto, también se modifican sus horas de sueño. Duermen más horas por la noche y pueden ir adquiriendo, poco a poco, el ritmo circadiano; dicho de otra manera, son capaces de diferenciar el día de la noche. No es hasta los 8 meses, aproximadamente (depende de cada individuo), cuando podemos decir que nuestro bebé duerme como un adulto.

2. La necesidad de sentirse cuidado por alguien

Al salir del vientre materno, los bebés necesitan el calor y el contacto directo de la madre o de una figura de apego para poder sentirse seguros. Se trata de un impulso relacionado directamente con el instinto de supervivencia innato de la especie. Por tanto, el saber que va a despertar solo o separado de esta figura de apego puede interferir en su sueño.

3. Desarrollarse mental y emocionalmente

Desde el nacimiento (incluso, desde el vientre materno), nuestro cerebro desarrolla conexiones a través de los estímulos que recibe. Estas se encargan de desarrollar y formar la mente como la conocemos hoy en día. Un recién nacido capta la mayor parte de estos estímulos durante el sueño y, en especial, en su fase REM larga, cuando nuestro celebro está más activo. Todos los bebés transitan por ciclos de sueño superficial y profundo durante una misma noche. Es en estos ciclos superficiales en los que será más propenso a despertarse. Al igual que cualquier persona adulta se despierta, un bebé también lo hace. La diferencia es que la persona adulta sabe incorporarse y darse la vuelta para poder volver a conciliar el sueño, y el bebé necesita de la ayuda de alguien para hacerlo.

4. Madurar

Nuestro bebé recién nacido es un ser muy inmaduro y necesita de los cuidados de otros para sobrevivir. Por lo tanto, es vital para ellos estar allí siempre que lo necesiten (incluido durante el sueño). Tenemos que tener en cuenta que, hasta los 6 años, la capacidad de dormir más horas irá relacionada con la de dominar la ansiedad (por los cambios externos propios de la edad); y dependerá de la maduración del niño (el desarrollo general y la capacidad de percepción puede variar en cada uno). En conclusión, ante la duda sobre qué hacer, la respuesta es NADA. Lo mejor es no alterar la evolución natural del sueño. La realidad es que debemos asumir que tener un bebé, casi siempre, implica dormir poco, sobre todo los dos primeros meses. Esto no quiere decir que tiremos la toalla y nos resignemos a no dormir más. Existen grandes profesionales en el sueño infantil que nos pueden asesorar y ayudar a manejar la situación si realmente esta lo requiere.

Sira Bellot
Consultora en Maternidad y Paternidad
www.babyplannerbarcelona.com

 

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