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La importancia de enseñar a pedir perdón y educar en valores

Cuando enseñamos a un niño o una niña a pedir perdón después de hacer daño a otro, cometer un error o comportarse de forma inadecuada, estamos transmitiendo mucho más que una norma de educación o civismo, estamos iniciándoles en el aprendizaje de una serie de valores muy valiosos.

Darle pautas a nuestro hijo para que sepa desenvolverse con la gente de una manera prosocial, correcta y cortés es de vital importancia. Una buena educación, entendida como el conjunto de normas y reglas sociales de una cultura concreta, es indispensable para relacionarse de manera adecuada con los demás.

¿Qué son los valores?

Son los principios que orientan nuestro comportamiento. Constituyen un sistema de creencias e ideas fundamentales que guía nuestra conducta, así como nuestra manera de relacionarnos con nosotros mismos y con el mundo.

Valores que transmitimos cuando enseñamos a pedir perdón

Pasaremos revista a continuación a algunos de los principios básicos que estamos inculcando cuando enseñamos a nuestros hijos e hijas a pedir perdón:

1. El respeto

Significa mostrar consideración y aprecio por el valor de alguien o de algo. Incluye el respeto por uno mismo, y el que sentimos por los derechos, la libertad y la dignidad de todas las personas. Al disculparme, expreso respeto hacia aquel a quien he molestado o dañado de algún modo. Y también a mí mismo, al considerarme como alguien que ha cometido un error y que tiene la posibilidad de enmendarlo, o al menos de manifestar arrepentimiento.

2. La humildad

Es la cualidad de ser modesto y consciente de las propias limitaciones y debilidades. De ser capaz de reconocer un error. Al pedir perdón me muestro humilde, pues asumo que he cometido una equivocación. Acepto que todos podemos meter la pata y que también todos tenemos la opción de solicitar amablemente que no nos lo tengan en cuenta.

3. La responsabilidad

Supone asumir las consecuencias de nuestros actos. Cuando me disculpo, admito mi conducta y sus consecuencias. Me hago responsable de ello. Esto es muy importante en el caso de los niños, a los que a menudo les cuesta ser conscientes del efecto que su comportamiento tiene en los demás.

4. Consideración

Significa tener en cuenta al otro. Manifestar interés, deferencia, por las personas con las que nos relacionamos. Es decir, al pedirte disculpas, te estoy teniendo en cuenta, me hago cargo de mis actos y debo admitir que he hecho algo que ha podido herirte o molestarte, por lo que me veo obligado a retractarme.

Una referencia moral para toda la vida

Como vemos, cuando enseñamos a nuestros hijos e hijas a pedir perdón, estamos enseñando mucho más que una convención social o una norma de cortesía. Hacen un aprendizaje bastante más amplio, pues están responsabilizándose de sus actos, mostrándose humildes al reconocerlos, empáticos al tener en cuenta al otro y, sobre todo, les ayudamos a que vayan forjando un sistema de valores morales que les servirá guía a lo largo de toda su vida.

Vivimos en una sociedad acelerada en la que a menudo la autoridad se difumina y cada vez se vuelve más complicado inculcar estos principios que hemos mencionado. Los niños reciben información de muchas fuentes, de los medios de comunicación, las redes sociales, la escuela y la familia. Pero, sin duda, es en este último ámbito, el de la familia, donde la transmisión de principios esenciales cobra un peso especial.

A veces priorizamos otros aspectos de la educación de nuestros hijos e hijas, como el académico, el material o incluso el social. Pero resulta fundamental enseñar valores adecuados a los niños, pues ese conjunto de creencias será una guía estupenda para su vida.

¿Todos debemos tener los mismos valores?

Hay algunos que son universales, como el amor, la libertad, el respeto y la amistad, y otros que no lo son tanto, y que dependen más de cada sociedad o grupo. Pero los que consideramos universales son buenos para todos, pues reúnen la esencia de la moral humana. Y ayudan a la persona, no solo a vivir en sociedad de una forma más plena, sino, sobre todo, a vivir con uno mismo de manera coherente y satisfecha.

Úrsula Perona
Psicóloga infantil
Colaboradora de Sapos y Princesas

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