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Cómo detectar si un niño con discapacidad intelectual ha sufrido abusos

Los abusos sexuales a menores continúan siendo uno de los actos delictivos más frecuentes en nuestra sociedad. La edad media de las víctimas en la primera agresión se sitúa entre los 7 y 8 primeros años de vida. Cabe señalar que son 4 veces más frecuentes en las chicas y 4,6 veces más en menores con algún tipo de discapacidad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Cómo prevenirlo

Para Laia Alamany, Responsable del Programa de Abusos Sexuales y Discapacidad de la Fundación Vicki Bernadet, es importante que eduquemos a nuestros hijos en un entorno de confianza y para que sean lo más autónomos posible. «Debemos tratar la relación con el propio cuerpo, el respeto a la intimidad, facilitar estrategias para saber decir ‘no’, así como para expresar los propios deseos. A nivel relacional, deben aprender que las relaciones saludables están libres de amenazas, coacciones y secretos que hacen sentir mal».

Principalmente, debemos trabajar con el respeto y la intimidad. «Algunos niños con discapacidad van a necesitar siempre de los apoyos de una persona adulta para la realización de tareas básicas como la higiene, el vestirse y desnudarse, etc. El niño debe tener claro que su cuerpo es suyo, que no todo el mundo puede hacer con él lo que quiera. Debemos empezar por los besos y los abrazos, solo deben realizarlos y recibirlos si realmente les apetece. Lo más difícil de aprender es a diferenciar intenciones, por lo que debemos poner mucho énfasis en que si algo no le acaba de gustar, tiene derecho a decir que no», añade Alamany.

Cómo detectarlo

Los especialistas coinciden en que no existen conductas que evidencien, a ciencia cierta, un caso de abusos sexuales. Sin embargo, la Fundación Carmen-Pardo Valcarce, ha publicado una guía con «indicadores, consecuencias o cambios que, en muchos casos, son el único instrumento para detectar, ya que como se ha visto, las verbalizaciones son escasas para poder detectar de manera eficaz un posible abuso”. Muchas personas con discapacidad intelectual muestran su malestar físico o psicológico mediante la conducta, debido a que tienen menos recursos para comunicar lo que está pasando. Por tanto, existen ciertos comportamientos que pueden responder a un posible abuso:

  • Trastorno de estrés post-traumático. Pesadillas, flashbacks… En personas con discapacidad intelectual suele manifestarse en forma de trastorno de conducta.
  • Ansiedad. Explosiones de ira y agresividad, quejas somáticas, alteraciones del sueño, etc.
  • Depresión. Apatía, falta de vitalidad.
  • Verbalizaciones espontáneas. Debemos atenderlas bien y no pasarlas por alto.

«Existe el mito de que las personas con discapacidad intelectual tienden a inventar o confundir la realidad. Este tipo de creencias, totalmente falsas, les dejan en una situación de total indefensión ya que, al no ser creídas, dejan de ser atendidas», apunta Alemany.

Según Alexander Muela, Doctor en Psicología en la Universidad del País Vasco, existen otros indicadores similares a los que podrían manifestar sus homólogos sin discapacidad: masturbación compulsiva, movimientos de coito, oler o tocar genitales de adultos, conductas hipersexualizadas.

Cuando existen indicadores que nos llevan a sospechar que el niño está siendo o ha sido víctima de abusos podemos recurrir a la entrevista de valoración. La persona con discapacidad intelectual deberá entrevistarse con el profesional que más confianza le dé.

Según la guía publicada por la Fundación, «a menudo nos encontramos con el efecto eclipse: la tendencia a atribuir como causa de la problemática que presenta la persona con discapacidad a la discapacidad misma, eclipsando esta atribución la situación que realmente la está provocando“. No obstante, un seguimiento cuidadoso de estos comportamiento, pueden ayudarnos a valorar, junto con un especialista, si el niño ha sufrido abusos.

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