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Educación en casa

¿Tu hijo tiene conductas violentas?, José Antonio Marina te da las claves para educarlo

Educar en la no violencia
Fuente: Canva
Sapos y Princesas
Sapos y Princesas
Fecha de actualización: 25.12.20

El tema de la violencia preocupa, a día de hoy, en todo el mundo. Educativamente, el primer problema que se plantea es la definición de la misma. Con demasiada frecuencia metemos en el mismo saco fenómenos muy diferentes. Las rabietas infantiles no son manifestaciones violentas, como no lo es la desobediencia. Sin embargo, si se mantienen mucho tiempo o se hacen cada vez más graves, por ejemplo, si la desobediencia se convierte en conducta desafiante, entonces sí plantean problemas serios. En los programas que elaboré para la Universidad de Padres señalé que los problemas de violencia deben resolverse educativamente antes de los 8 años. Para saber cuáles son los procedimientos educativos que debemos utilizar tenemos que analizar bien lo que consideramos un comportamiento violento, porque puede tener causas diferentes y por lo tanto necesitar una solución educativa distinta. Voy a exponer algunas situaciones sin la pretensión de ser exhaustivo.

Falta de control por parte del niño

Hay casos en que los comportamientos violentos o agresivos se deben a una dificultad del niño para controlarse. Son niños impulsivos, que pasan a la acción sin reflexionar. A veces estas conductas van relacionadas con hiperactividad y déficit de atención. Es lo que denominamos fallos en los sistemas ejecutivos de la inteligencia, que son los que permiten al niño, o al adulto, controlar su propio comportamiento. Estos casos tienen su procedimiento educativo apropiado: el aprendizaje del autocontrol, el desarrollo de la atención voluntaria, los sistemas de autoinstrucciones, el juego de la tortuga para los niños pequeños, premiar los más minúsculos progresos, entre otras.

Comportamientos explosivos

Parte de los procedimientos anteriores sirven también para otro caso de violencia que depende de la falta de control emocional. La furia invade al niño. Es el mecanismo de las rabietas, que normalmente aprende a modular. Son comportamientos explosivos, que pueden llegar a asustar a los padres y frecuentemente al propio niño, que se encuentra zarandeado por algo que no comprende. En este caso, lo importante es la regulación emocional. Hemos de enseñar al niño a tranquilizarse.

Furia y agresividad: Defecto cognitivo

En ocasiones, la furia y su respuesta, la agresividad, responden a un defecto cognitivo. Hay niños, ¡y adultos!, muy susceptibles, es decir, que se enfadan con mucha facilidad. El defecto cognitivo consiste en que interpretan como ofensa cualquier cosa, por lo que lo importante es cambiar sus sistemas de interpretación, ayudarlos a ponerse en el lugar del otro, a que no se sientan amenazados. Todavía hay más variantes de la agresividad. Son aquellos niños, adolescentes o adultos que no han aprendido las habilidades sociales para resolver los conflictos, con lo que ponen en juego respuestas muy elementales: huyen o atacan. En la escuela resultan eficaces los “talleres de resolución de conflictos”.

La violencia como medio para favorecer la propia autoestima

Hay más modalidades: La violencia o la agresividad puede ser un medio para fortalecer la propia autoestima, para afirmar el propio yo. Son personas dominantes, que necesitan imponerse a los demás. Lo importante es ayudarles a alcanzar seguridad en sí mismos y, a ser posible, separarlos del grupo de aduladores ante los que quieren presumir.

Violencia instrumental para conseguir objetivos

Por último, mencionaré la “violencia instrumental”. Estas personas no tienen ningún problema en controlar su comportamiento o sus emociones. Lo único que les sucede es que han aprendido que con ella consiguen lo que quieren. Con estos niños el procedimiento educativo es sencillo: nunca deben ser premiados por ejercerla. Es decir, nunca deben salirse con la suya.

Niños no violentos
Fuente: Canva

Todos estos casos pueden resolverse educativamente, salvo algunos fallos graves de control por hiperactividad, que pueden necesitar una ayuda especial. Los padres tienen una importante tarea en la formación del carácter de los niños.

Simplificando mucho, podemos identificar cuatro estilos parentales. Hay (1) padres rígidos y fríos; (2) padres exigentes y cariñosos; (3) padres cariñosos y no exigentes, y (4) padres fríos y no exigentes. El estilo que ayuda a la formación no agresiva del niño es el que une la exigencia en los límites con el afecto.

Los padres tienen una importante tarea en la formación del carácter de los niños

La formación del carácter del niño supone ayudarle a desarrollar sus funciones de autocontrol, el manejo de la atención, por ejemplo, con juegos compartidos, la obediencia a las reglas del juego. Todo eso supone la adquisición de rutinas. Hay que tener en cuenta que el carácter es el conjunto de hábitos que vamos adquiriendo, y hay algunos que favorecen la agresividad y hay otros que lo hacen con la serenidad. Hay sentimientos que son un antídoto contra la violencia, como la compasión que todos los niños sienten espontáneamente antes de los 3 años, que luego se pueden perder, y que debemos fomentar. También tiene una gran influencia el modo en el que los padres resuelven sus conflictos.

En los últimos tiempos estamos “psicologizando” toda la educación, pensando que todos los problemas tienen una solución psicológica. La educación moral, la clara distinción de las conductas buenas y malas, el respeto y la conciencia de los deberes son un poderoso freno a las conductas violentas.

Creo que sabemos mucho acerca de cómo enfrentarnos con estos problemas, y mi interés durante muchos años ha sido difundir esos conocimientos para que lleguen a quienes han de ponerlos en práctica: padres, docentes, y psicólogos.

José Antonio Marina
Flósofo, escritor y pedagogo, Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia y Catedrático de Filosofía en el I.E.S. La Cabrera
Joseantoniomarina.net