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Amor y desamor en la adolescencia: cómo ayudarles a afrontar sus primeras experiencias de pareja

Amor y desamor en la adolescencia
Resulta esencial que sepamos qué hacer ante los escenarios de amor y desamor de nuestros hijos e hijas
Sapos y Princesas
Sapos y Princesas
Fecha de actualización: 30.05.22

Saber cómo mostrar afecto a otras personas y cómo reaccionar ante una ruptura ni siquiera es tarea fácil para un adulto. Pese a nuestra experiencia acumulada a lo largo de los años, no siempre encontramos la manera de mantener vivos los vínculos de una relación ni de superar airosamente el trance cuando esta llega a su fin. Cuando algo así le pasa a un individuo sin experiencia, el comprensible dolor pasajero puede magnificarse hasta límites insanos, llegando a perjudicar sus intereses y los de quienes de rodean. Por eso resulta esencial que sepamos cómo proceder ante los escenarios de amor y desamor en la adolescencia de nuestros hijos e hijas. Es una etapa muy delicada en la que los reveses emocionales a veces llegan a derivar en situaciones catastróficas.

Las primeras conversaciones al respecto no deben posponerse hasta edades muy avanzadas, sino que han de comenzar a abordarse lo antes posible. Durante fases tempranas, no podremos ser muy específicos, pero sí trabajar habilidades que contribuyan al desarrollo de una personalidad sólida y plena. Posteriormente y a medida que el crecimiento lo permita, será posible entrar en cuestiones más concretas que les prevengan de situaciones indeseadas en el futuro.

1. Fortalecer su autoestima e incentivar la independencia

Para llegar a querer a alguien, uno tiene que aprender antes a valorarse a sí mismo. Aunque pueda sonar a tópico, se trata de una reflexión fuera de toda duda en la que haríamos bien en basarnos para completar este paso. Con ella presente, desde los primeros años de vida es conveniente reforzar la autoestima con nuestras acciones de crianza.

De manera adicional, les estaremos haciendo un favor si impulsamos las conductas autónomas, que les enseñarán a no basar sus relaciones en la dependencia. Un factor decisivo a la hora de forjar amistades sanas durante la niñez y de aprender a cultivarlas, pero también de cara a aprovechar los momentos de soledad. A la larga, podrá traducirse en un factor esencial para que sean selectivos y no busquen refugio para sus inseguridades en otros.

Desde pequeños podemos prepararlos fortaleciendo su autoestima | Fuente: Canva
Desde pequeños podemos prepararlos fortaleciendo su autoestima | Fuente: canva

2. Explicarles cómo debería ser una relación sana

Aparte de tener en cuenta la anterior consideración, los vínculos de pareja deben apoyarse en el respeto mutuo. Desde las primeras fases del desarrollo, hemos de inculcar la importancia de dicho aspecto, dando ejemplo en el ámbito familiar nosotros mismos y exigiendo que obren del mismo modo. Solo así es posible mantener los lazos afectuosos con el tiempo y convertir el hogar en un refugio confortable para todos sus miembros.

3. Ayudarles a detectar señales negativas

Cuando, en etapas tempranas de la infancia, nuestros hijos e hijas comiencen a identificar el amplio abanico de emociones existente, sería conveniente empezar a enseñarles de qué formas pueden gestionarlas. Así resultará más sencillo, con el paso de los años, instruirlos acerca de los signos que pueden indicar que algo no va bien con un amigo o una pareja.

Las mentiras, las ofensas, los cambios repentinos de actitud, las conductas dependientes y el castigo físico son, entre otros elementos, suficiente motivo para reencaminar su vida en otro sentido. Solo así podrán rectificar a tiempo y, llegado el momento, proceder con paciencia, prudencia y criterio en la búsqueda de personas afines a ellos. Cuando encuentren a aquella que les ofrezca cariño, les respete y les apoye, dispondrán de una base saludable para decidir, o no, emprender un camino juntos.

4. Mostrarles cómo afrontar las decepciones

La vida de una persona está repleta de decepciones. Ya sean relevantes o insignificantes, tenemos que enseñar a nuestros hijos e hijas a afrontarlas para encarar, lo antes posible, el siguiente desafío. Su capacidad para encajar los contratiempos les preparará, a lo largo de la niñez, para enfrentarse a sus primeros desengaños amorosos. Así tendrán más herramientas para relativizarlos y conseguir que afecten lo menos posible a su estado de ánimo y a su correcto desempeño diario.

Mostrarles cómo afrontar las decepciones para enfrentarse a sus primeros desengaños amorosos.
Mostrarles cómo afrontar las decepciones para enfrentarse a sus primeros desengaños amorosos | Fuente: canva

5. Involucrarnos en planes con su pareja si está de acuerdo

Puede que el hecho de que nuestro hijo o hija tenga pareja nos guste o no. Pero, independientemente de lo que sintamos, no podemos permitirnos el lujo de ignorarlo. Por muy incómodo, inapropiado o prematuro que nos parezca, el único camino válido es asumirlo lo antes posible y apoyarlos en sus decisiones. Las excepciones a esta regla la representarían los escenarios que pudieran implicar, por las circunstancias que sean, algún riesgo para los menores.

Si no apreciamos amenazas patentes derivadas del vínculo amoroso, es aconsejable que intentemos involucrarnos ocasionalmente en él desde una posición constructiva. Para empezar, mostrándonos abiertos a conocer a esas personas que han entrado en sus vidas. Podemos ofrecerles la oportunidad de que vengan a casa, acudan con nuestra familia a comer o se vengan unos días de escapada.

Cultivar un clima de naturalidad y confianza, aunque dejemos claros los límites que no conviene sobrepasar, contribuirá a que todos nos sintamos cómodos con la nueva situación. Para ello es esencial consultar cada iniciativa previamente con los menores y escuchar lo que tienen que decir al respecto. A la larga, estas muestras de apoyo se traducirán en un fortalecimiento de la confianza paternofilial. Y gracias a ella les costará menos compartir cualquier confidencia o potencial problema con nosotros.

6. Hablar con ellos sobre sexualidad

Por muy incómodo que nos resulte, al aproximarse la adolescencia, es necesario abordar en familia el tema de la sexualidad. Dispongan o no de datos sobre el asunto, cuando llegue el momento llevarán a cabo prácticas íntimas con individuos del sexo hacia el que se vean atraídos. Por eso mismo, el único camino válido es aportarles toda la información necesaria para que no caigan en actos irresponsables ni permitan que nadie se aproveche de ellos.

Puede resultar adecuado, por otro lado, ahondar en la dimensión sentimental que también alberga, en ocasiones, este ámbito, que no tiene por qué limitarse únicamente al plano físico. En el caso de que no nos veamos capaces de ilustrarles satisfactoriamente, no deberíamos dudar en recurrir a expertos sobre el tema. Entre ellos, algunos incluso organizan talleres en los que exponen el asunto desde una perspectiva basada en valores positivos.

7. Ante una ruptura, darles espacio sin dejar de mostrar interés

Para acompañar convenientemente a nuestros hijos e hijas durante sus periodos de amor y desamor en la adolescencia, tenemos que saber cómo reaccionar cuando se lleven los primeros desengaños afectivos. Es probable que al principio se muestren reacios a recibir nuestro apoyo por la propia frustración pasajera y la magnificación que hacen de ella, un fenómeno muy característico durante esta etapa. En lugar de insistir, lo más adecuado es dejarles su espacio y otorgarles un tiempo para que se mitigue gradualmente el daño que sienten.

Tiempo, amor y desamor en la adolescencia
Distancia, útil al manejar situaciones de amor y desamor en la adolescencia | Fuente: canva

Tras unos días dominados por el aislamiento y la tristeza, es buena idea sugerirles que retomen sus rutinas, así como ofrecerles compartir planes que les distraigan puntualmente de la cruda realidad que les obsesiona. Eso sí, debemos ser cautos y no invasivos, procediendo con paciencia y constancia, pero sin ejercer una presión demasiado elevada.

8. No banalizar la situación

Los comentarios del tipo “no se va a acabar el mundo”, “ya encontrarás a otra persona” o “todavía eres muy joven”, entre otros, son contraproducentes cuando los sentimientos están a flor de piel. Y es que, aunque a nosotros nos parezca un fenómeno pasajero que superarán con el tiempo y con el que volverán a toparse, para ellos representa una primera experiencia cuya importancia supera a cualquier otro acontecimiento.

Así pues, lo apropiado es crear un clima en el que se sientan libres de expresar sus sentimientos. Para que puedan llorar solos o acompañados, expulsar poco a poco el dolor que albergan y apoyarse en nosotros cada vez que lo necesiten. Sintiendo bien cerca nuestro calor, nos resultará más sencillo ofrecerles el afecto que requieran para reponerse y volverse a centrar en los numerosos desafíos que les plantea su todavía larga existencia.

9. No validar las críticas a su expareja ni los ataques de ira

Cuando, en el camino por recuperarse, exterioricen muestras de ira irracionales, lo primero que hemos de intentar es entender el motivo de su frustración. A continuación, es saludable profundizar en el manejo de esa rabia. Para ello, les haremos ver que el hecho de que la otra persona ponga fin a su relación no la convierte en merecedora de tal sentimiento destructivo.

Incluso cuando dispongan de razones objetivas para expresar un claro rechazo, conviene exponerles que el odio terminará repercutiendo en ellos mismos y obstaculizando su regreso a la normalidad. Tampoco hay que subestimar, bajo ningún concepto, los panoramas en los que orienten esas actitudes hacia ellos. Es más, representan un peligro todavía mayor por sus potenciales repercusiones en la autoestima.

Por el contrario, los enfoques positivos pueden acelerar considerablemente el proceso. Y no solo eso, sino que presentan la ventaja de poder aplicarse en el futuro gracias a la acumulación de experiencia y la solidificación del criterio personal. Una forma de reforzar este paso es recurrir a alguna experiencia pasada que hayamos tenido. Claro está, siempre que la supiéramos manejar adecuadamente en su momento. Llegados a este punto, no se trata de instarles a actuar como nosotros lo hicimos. Más bien de aportarles pautas y opciones para que ellos escojan su propia senda.

10. Respetar el tiempo que necesiten para recuperarse

A lo largo de todo el tiempo que transcurra hasta que empiecen a digerir el mal trago, no es recomendable acelerar el ritmo que los adolescentes necesiten para superar la situación. Lo interesante, en cambio, pasa por esforzarnos en comprender cómo se sienten. Y asumir que se trata de un duelo, compuesto por diversas fases, que deben dejar atrás por su cuenta.

En primer lugar, lo más normal es que transiten por el camino de la negación, que incluso les lleve a pensar que lo que les ha ocurrido no es real. Después pueden atravesar un tramo dominado por la ira y otras reacciones destructivas, que haríamos bien en atenuar siguiendo las anteriores indicaciones. El tercer estadio es el de la negociación. Cuando lleguen a él, quedarán expuestos a contradicciones capaces de hacer tambalear su imagen del otro o de sí mismos.

Buena parte de las veces, se verán inmersos en un estado depresivo marcado por la tristeza, el llanto, la inseguridad, la apatía e incluso los problemas para comer o dormir. Pero, con suerte, llegará un momento no muy lejano en el que asuman lo sucedido y acepten con agrado la nueva realidad que se abre ante sus ojos. Ahí podremos dar el último empujón de este decálogo sobre amor y desamor en la adolescencia y animarlos a verbalizar el aprendizaje que han obtenido de la experiencia y cómo actuarán en lo sucesivo.