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Del ‘Guernica' de Picasso a ‘La muchacha en la ventana' de Dalí: el poder del arte para potenciar nuevas técnicas de pensamiento

Acercar el arte a los niños tiene un poderoso efecto en su desarrollo
Fuente: Canva
Sapos y Princesas
Sapos y Princesas
Fecha de actualización: 08.04.22

Acercar el arte a los niños en edades tempranas tiene efectos directos en su manera de percibir el mundo, su sensibilidad artística y su capacidad para empatizar. O lo que es lo mismo: en las inteligencias intrapersonal, creativa e interpersonal, según Gardner. Observar una obra de arte, comentar lo que transmite, debatir sobre ello y relacionarlo con otras ideas, imágenes o sucesos tiene una poderosa repercusión en el desarrollo de las habilidades y técnicas de pensamiento del niño que es hoy y de la persona en la que se convertirá mañana. Baste ver lo que supuso la experiencia de visitar un museo para unos jóvenes y entusiastas alumnos de 4 y 5 años.

Lo que observo y lo que pienso

En estos días en los que imágenes de destrucción, gente desolada y una sensación general de impotencia invaden nuestras casas a través de los medios de comunicación, los más pequeños son testigos curiosos, llenos de preguntas y emociones que necesitan procesar y entender a su manera. Desde edades tempranas precisan respuestas a su medida, que son diferentes a las de los adultos y que elaboran a partir de la información con la que cuentan y, en gran medida, de su imaginación y fantasía. ¿Por qué no darles una vía para hacerlo?

Puede que Zelenski haya apelado al recuerdo del bombardeo de Guernica para sensibilizar a España ante de todos los medios de comunicación, pero los niños que, en estos días, visitan el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid y se detienen ante la obra de Picasso, observan muy atentos el ‘Guernica’ y hacen esa misma relación de conceptos entre lo que ven en la tele y lo que están viendo en el impresionante cuadro que tienen ante sus ojos.

Un vehículo de expresión

“Los gritos, el caballo, la mamá llorando… El ‘Guernica’ es un cuadro duro para ellos, porque no deja de representar el horror de las guerras. Sin embargo, gracias a él, los niños han tenido la oportunidad de expresar lo que estaban percibiendo a través de los medios y los comentarios adultos sobre la actualidad en Ucrania“, explica Esther Corredera, cotutora de alumnos de 4 y 5 años, durante su visita al Reina Sofía.

“Ahora están reconociendo los bocetos de Picasso, los que formarían parte de la obra final; están observando los detalles y comparando las diferencias entre el boceto y el cuadro, trabajando la discriminación visual. Pero antes, y también en clase, hemos hablado de la ausencia de color y las emociones que les transmite el cuadro. De hecho, como les llamó tanto la atención que no hubiera colores y lo triste que parecía, decidimos hacer nuestro propio ‘Guernica’ en un mural lleno de color y alegría”.

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía: sala del Guernica
Los niños, la guerra y el Guernica, de Picasso | Fuente: Disfrutamadrid

Lo que creo que otro ve: empatía

Cuando un niño se sienta a mirar un cuadro, se hace muchas preguntas sobre lo que está viendo y también sobre lo que no ve. Para responderlas, necesita ponerse en el lugar del autor, tratando de averiguar las intenciones. Pero también en el de los personajes que habitan el cuadro y en el mismo escenario que se le plantea.

Son perfectamente capaces, más incluso que los adultos, de meterse dentro de un cuadro, pasear por él, imaginar qué está pasando a su alrededor, qué hay más allá de lo que se ven con los ojos.

Realmente, no es relevante que todo eso que imagina se corresponda con la intención real de la obra, pues el objetivo no es ese. El objetivo de acercar el arte, de ponerlo delante de un niño, es despertar en él sensaciones, emociones, preguntas y respuestas. Lo demás vendrá después, ya que, si conseguimos que desarrolle la creatividad, la sensibilidad o el gusto por el arte, ya se encargará él de querer conocer más.

Sin embargo, qué importante es para su desarrollo personal alimentar esa necesidad de ponerse en el lugar de otro, aunque ese otro no esté presente, en carne y hueso, sino como estímulo para su imaginación, o precisamente por eso.

A modo de ejemplo, otra tutora de una clase de alumnos de 4 años, Ana Estévez, nos contaba, frente al cuadro de ‘La muchacha en la ventana’, de Dalí, que a los niños de su clase se les había facilitado el cuadro sin paisaje, para que cada cual mostrara lo que pensaba que la chica estaba mirando: “Cada uno dibujó lo que creía que ella veía al asomarse a la ventana, nos lo explicaron y, después, vieron lo que Dalí pintó”.

Lo que hago para que otros lo vean

Si con el ejercicio anterior, los pequeños pusieron a funcionar su empatía y su creatividad, siempre llega el momento, sobre todo en estas edades, de sacar fuera el artista que uno lleva dentro. Para ello, hay que repasar ciertos conceptos espaciales para poder jugar con ellos, experimentar con diferentes materiales y saber dónde se ubican las partes del cuerpo, por si hay que darles una perspectiva más personal.

Así, por ejemplo, frente al ‘Retrato nº 2’, de Miró, la profe Ana decía: “Mirad, chicos, nuestro cuadro de simetrías”. Todos se pusieron delante de él a hacer como si sus manos fueran libros abriéndose. “En este cuadro —explicaba mientras Esther—, trabajamos el retrato, las partes de la cara y la simetría; cada uno hizo una mitad de un retrato y juntamos las mitades, como en un puzle. Así, conseguimos hacer cuadros colaborativos”.

acercar el arte a los niños. Escultura móvil de Alexander Calder Reina Sofía
Escultura de Alexander Calder, Museo Reina Sofía, Madrid | Fuente: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

Museos que acompañan a los niños

Cuando ya nos marchábamos, el grupo de 4 años estaba situado en el patio central, frente a la escultura móvil ‘Carmen’, de Alexander Calder; todos soplaban y soplaban para ver si conseguían que se moviera. Este artista creó las primeras esculturas móviles que incitan al juego y con las que quiso despojarse del control de su obra e involucrar al espectador, algo que, en el caso de los niños, se cumple con creces.

Viendo cómo soplaban la escultura gigante, mientras aseguraban que se movía, se hacía patente lo importante que es que los museos y la cultura piensen en los más pequeños como un público tan valioso como el adulto, con unas necesidades específicas.

Por ejemplo, la iniciativa de poner algo atractivo para ellos mientras esperan su turno en el baño, o elementos interactivos que puedan tocar y vivir experiencias tan chulas como la de subir y bajar en el ascensor del Reina Sofía. Fue el único momento en el que se les permitió romper la solemnidad propia de estos lugares, incluso gritar de emoción. Después, se abrieron las puertas y ya no hizo falta pedir silencio; los niños habían interiorizado que, dentro del museo, se habla bajito.

Laura Gómez Lama
Prensa Educativa Alaria Escuelas Infantiles