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Alimentación en familia

Cuando la hora de la comida se convierte en una lucha: Tips para hacer que los niños coman de todo

Cuando la hora de la comida se convierte en una lucha
Sapos y Princesas
Sapos y Princesas
Fecha de actualización: 04.05.20

La alimentación de los niños es una de las mayores preocupaciones de los padres. La hora de la comida puede ser una fuente de frustración y conflictos. El hecho de que no obtengan todos los nutrientes que necesitan o que no coman lo suficiente son miedos comunes en las familias y normalmente generan mucha angustia. Y es que, en muchas casas, el momento de sentarse a la mesa se convierte en una auténtica lucha con los niños.

No podemos obviar que todos los padres lo hacen siempre lo mejor que saben y con los recursos que tienen disponibles. Muchas veces, con el fin de evitar el malestar que puede suponer ver que un niño se acueste sin haber cenado, se ponen en marcha algunas estrategias que no están solucionando el problema.

¿En qué errores se suele caer?

  • Distraer al niño con televisores, móviles o tablets, haciendo que coman de forma automática sin saborear los platos, incluso sin ser conscientes de las cantidades de que están comiendo, ya que no prestan atención a su sensación de saciedad.
  • Utilizar expresiones amenazantes, haciendo que la comida se convierta en un momento desagradable y de mayor tirantez. Cuando esto ocurre, lo normal es que se relacione ese rato con un momento de tensión.
  • Ceder para dejar de discutir y darle aquellos alimentos que más le gustan porque se está cansado y preocupado porque se quede sin comer.
  • Permitir el picoteo entre horas cuando no se ha comido lo que se había establecido.

Cómo evitar convertir la mesa en un campo de batalla

  • Ante todo, se trata de mantener la calma y generar un ambiente positivo para la hora de la comida. Es recomendable mantener una actitud serena y evitar los gritos y las órdenes. Hay que ofrecer un ambiente de calma y de conversación evitando quedarnos expectantes a lo que ocurre.
  • Introducir los nuevos alimentos de forma progresiva, tratando de hacerlo de uno en uno.
  • Elaborar platos con base de otros que le gusten. No se trata de engañar sino de diseñar recetas que les puedan parecer suculentas. Hay que recordar que incluso entre los adultos, es importante que la comida tenga buena apariencia.
  • Implicar a los niños en el proceso de compra y elaboración. Si lo hacen ellos, será más divertido comérselo después. También se les puede dar a elegir entre tres alimentos que se quiera incorporar haciéndoles partícipes del proceso y de la toma de decisiones.
  • Establecer un tiempo para las comidas de unos 20-30 minutos y una vez superado retirar el plato, que se volverá a colocar en la próxima comida. Se le puede indicar el tiempo que le queda, por ejemplo cada 10 minutos.
  • Evitar dar demasiada atención a los comportamientos que queremos extinguir. Es importante poner unas normas claras y llevarlas a cabo sin presionar demasiado para no enturbiar el ambiente. Asimismo, es importante reforzar los comportamientos positivos, como el seguimiento de las indicaciones.
  • Permitir que investiguen la comida, que puedan tocarla si lo desean. Pueden cogerla cuando está cruda y ver la diferencia cuando está cocinada.
  • Generar rutinas en torno a la hora de comer. Siempre se hará en el mismo lugar de la casa y con los mismos horarios.

¿Y si el niño sigue sin querer probar nada del plato?

En caso de que el niño siga sin querer probar nada del plato, se lo retiraremos y no volverá a comer hasta la siguiente comida. Si, por ejemplo, termina el tiempo establecido y sigue comiendo, le podemos dejar un par de minutos más, porque está haciendo el esfuerzo.

Lo más importante es tener paciencia y que el niño no observe la desesperación que muchas veces generan estos conflictos en la mesa. Muchos utilizan el rato de la comida para obtener la atención de sus padres, por lo que es importante buscar momentos a lo largo del día para jugar con ellos y dedicarles tiempo positivo y no reforzar los comportamientos que queremos que desaparezcan.

Amaia Igual Fuentes
Psicóloga
Centro Tadi