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Desmontamos 10 mitos en la alimentación que no son lo que parecen

Mitos alimenticios
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Sapos y Princesas
Sapos y Princesas
Fecha de actualización: 23.07.20

Durante muchos años se han conservado unas creencias populares respecto a la alimentación que no son lo que parecen, y hay muchos dichos que se trasmiten de generación en generación que no son ciertos pero que se dicen y hacen sin saber si tienen lógica.

Aquí os damos una lista con diez de los mitos alimenticios más populares que nos han acompañado a todos a lo largo de los años y vemos si tienen alguna base real, preparada por los expertos de nutritienda.com.

1. Beber agua en las comidas engorda

La creencia de que beber agua en las comidas engorda podría venir de la supuesta retención de líquidos. Lo primero que hay que saber es que el agua no contiene calorías, por lo que, si se toma antes, durante o después de cualquier comida vamos a ingerir cero calorías. Partiendo de esta afirmación, se puede asegurar que no engorda si se toma durante las comidas.

Además, tampoco es cierto que provoque retención de líquidos, sino todo lo contrario, estimula el funcionamiento de los riñones y contribuye a un buen equilibrio hídrico. De hecho, la ingesta de agua durante las comidas puede reforzar los efectos de una dieta de adelgazamiento, ya que si uno bebe puede hacer que coma menos porque se llena el estómago y provoca que se sacie antes. Y entonces, ¿a qué se debe esta creencia? Hay teorías sobre la dilución de los ácidos del estómago, lo cual podría interferir en la digestión de los macronutrientes, pero la realidad es que el agua no diluye los jugos gástricos como para interferir en la digestión, habría que beber mucho para que esto sucediese. Por tanto, se puede decir que siempre es recomendable beber agua a cualquier hora del día, de una forma pausada y relajada.

2. Después de la leche nada eches

Este mito muy repetido por las abuelas pero es completamente falso. La leche, cuando se ingiere, pasa por un proceso de digestión, como el resto de alimentos, a través del estómago, donde se encuentra con sustancias mucho más ácidas que cualquier alimento que se pueda tomar, por lo tanto, en el propio proceso de la digestión la leche se corta en el estómago para poder digerirse. Con lo cual, este lácteo siempre se va a “cortar”, se beba lo que se beba antes o después, este proceso es natural y no es dañino para la salud, se produce para que pueda digerirse y descomponerse en pequeños nutrientes; en realidad, hay muchos alimentos hechos a base de la fermentación de la leche por adición de ácidos que no producen ningún malestar, como pueden ser yogur, requesón y muchos quesos.

3. El pan engorda

Otra de las creencias populares es que el pan engorda; pues no, no engorda, o por lo menos no en exceso, ya que es pobre en grasa y rico en hidratos de carbono, por lo que es una buena fuente de energía.

Realmente lo que engorda es la cantidad de calorías que se consumen en función de la estatura, peso y ejercicio realizado. El pan no es excesivamente calórico, pero hay que evitar los industriales y apostar por lo artesanal hechos con fermentos naturales y harinas de calidad, y elegir siempre el pan integral antes que cualquier variedad de cereal blanco refinado.

Variedad de panes
El pan no engorda, sino la cantidad que comes de él | Fuente: Canva

4. El zumo pierde las vitaminas pasadas las horas

Una de las frases favoritas de todas las madres es la de “¡bébete el zumo rápido que se le van las vitaminas!”. ¿Qué hay de cierto en esto? La vitamina C es hidrosoluble, es decir soluble en agua, y no es una de las más estables, oxidándose rápidamente por la luz o la temperatura ambiente. En la oxidación es en lo que se basa esa teoría de que “pierde las vitaminas”, pero no es así, la sustancia que se genera durante este proceso es el ácido dehidroascórbico, una sustancia que sigue teniendo las mismas cualidades que la vitamina C, por lo que la oxidación no afecta a sus propiedades. Solo podría perderlas en condiciones extremas como si se calienta a 120 ºC. Así que no hay que preocuparse, se puede beber el zumo con tranquilidad sin miedo a perder vitaminas, lo único es que el sabor puede variar ligeramente y volverse algo amargo.

5. Si se tiene falta de hierro, hay que tomar muchas lentejas

Las lentejas tienen hierro, eso es una realidad, pero no tanto como se cree, ni tanto como otras legumbres o alimentos. El hierro de las lentejas es “no hemo”, que no se absorbe tan fácilmente como el hierro hemo. Es importante saber que el cuerpo humano aprovecha el 25 % del hierro que tienen los alimentos de origen animal y solo el 10 % de los de origen vegetal.

El de origen animal se encuentra en alimentos como el hígado de vaca o cerdo, las perdices y codornices, los riñones y, en general, en las carnes rojas, especialmente en las vacunas, aunque también lo encontramos en almejas, chirlas, berberechos, mejillones, sardinas, gambas y langostinos. Pero esto no quiere decir que debamos comer solo estos alimentos para restablecer nuestros niveles de hierro: el consumo de carnes rojas no debe ser superior a una o dos veces a la semana. Además, el hierro de las legumbres es de muy buena calidad nutricional.

Aunque el hierro no hemo, de origen vegetal presente en legumbres y frutos secos, se absorbe con mayor dificultad, hay alimentos que favorecen la absorción del mismo como la vitamina C, presente en muchos cítricos. De hecho, al igual que hay nutrientes que ayudan a la absorción del hierro, hay otros que lo dificultan como los lácteos. Los alimentos ricos en calcio pueden disminuir la capacidad del organismo para absorber el hierro. Así que, es mucho mejor tomar una ensalada de acelgas con gajos de mandarina que con queso.

6. La fruta madura engorda más que sin madurar

Esta creencia viene porque, con el paso del tiempo, en la maduración, la fruta cambia de composición tanto física como química. Todas las modificaciones que experimenta pueden hacer creer que la fruta madura engorda más, pero realmente tiene las mismas calorías esté madura o no.

Durante la maduración los almidones se descomponen en azúcares más simples, que son peores y se absorben antes que los complejos, pierden fibra y se acumula más agua por la transformación de las pectinas, por ello la fruta es más dulce y pesa más. Los ácidos van disminuyendo y modifican el sabor agrio en otro más dulce, pero este proceso no hace que las calorías se modifiquen, son las mismas. Lo único que es cierto es que las frutas maduras son más fáciles de digerir, aumentando más rápidamente los azúcares en sangre que las poco maduras.

7. No tomar huevos por miedo al colesterol

Durante muchos años se ha asociado la ingesta de huevos al aumento del colesterol, de hecho, en 1973, la Asociación Americana del Corazón limitó su consumo a tres por semana como máximo para cuidar la salud cardiovascular.

Hoy en día, cada vez hay más respaldo científico a la idea de que el colesterol proveniente del huevo casi no afecta al sanguíneo. Su consumo es bueno, ya que tiene compuestos como ácidos grasos insaturados, antioxidantes (carotenoides, vitamina E, selenio), fosfolípidos (lecitina y esfingomielina), vitaminas del grupo B y folato que pueden contribuir a contrarrestar el posible efecto negativo del consumo de colesterol. Lo mejor es seguir una dieta variada, y restringir los alimentos ricos en grasas saturadas y trans como la bollería industrial.

Huevos
Los huevos son una buena fuente de ácidos grasos insaturados, antioxidantes, fosfolípidos, vitaminas del grupo B y folato que contrarrestan el posible efecto negativo del consumo de colesterol | Fuente: Canva

8. El azúcar moreno es mejor que el blanco

Como ya se sabe, no es conveniente abusar del azúcar, ya que no es bueno para la salud y mucha gente sustituye el azúcar blanco por el moreno porque creen que es mejor. El azúcar moreno es un tipo de azúcar con un color pardo que se puede obtener de dos maneras: por mezcla, combinando azúcar blanco refinado con melaza (un líquido espeso que se obtiene de la caña de azúcar) o por cristalización, es un proceso muy parecido al del azúcar blanco, aunque muchos piensen que es más natural, también se debe refinar el azúcar para conseguir el moreno.

El azúcar moreno es sacarosa al 85-95 % y el blanco al 99 % y la cantidad de minerales es mayor en el moreno, pero la proporción en la que están presentes es muy pequeña, por lo que al final nutricionalmente son muy parecidos, sobre todo en las cantidades en las que se suelen utilizar. En resumen, hay que evitar en la medida de lo posible los azúcares, y si se consumen pequeñas cantidades hay que optar por el que más guste, ya que no hay tantas diferencias, pero mucho mejor sustituirlo por miel o edulcorantes naturales como son el eritritol, el azúcar de abedul (xilitol) y la estevia.

9. Los vegetales congelados pierden las propiedades

Los vegetales congelados son frescos, recolectados en temporada y sometidos rápidamente a una bajada considerable de temperatura hasta alcanzar la congelación, al llevar a cabo este proceso se mantienen intactas todas sus propiedades nutricionales, sus vitaminas y minerales. La ultracongelación es un sistema que permite congelar los alimentos en muy poco tiempo por debajo de los -20 ºC y así mantiene los valores nutricionales y la calidad como los de la huerta. Al congelarlos están siempre disponibles, aumenta la vida útil y se pueden comer fuera de temporada. Evita la proliferación de microorganismos patógenos, no tienen conservantes, ya que el frío es su medio natural de conservación, así que lo importante es consumir vegetales por su aporte nutricional sean frescos o congelados.

10. Los productos light adelgazan

Los alimentos light aportan aproximadamente un 30 % menos de calorías que sus equivalentes normales si se toma la misma cantidad, pero muchos son calóricos por su propia naturaleza. De hecho, algunas teorías afirman que son una causa importante del boom de la obesidad porque se consumen sin medida y la mayoría de ellos parten de productos muy procesados.

Productos light
No hay que ingerir más alimentos de los necesarios, aunque sean light | Fuente: Canva