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Comida moderna, mitos y realidades sobre esta tendencia

Comida moderna, mitos y realidades sobre esta tendencia
Sapos y Princesas
Sapos y Princesas
Fecha de actualización: 15.08.20

En los últimos años, ha habido un boom de comidas aparentemente sanas, prácticas, orgánicas, sin conservantes, entre otras cualidades que antes no estaban del todo asociadas a los alimentos. Se podría decir que estamos frente a un tipo de comida moderna. Tomemos como ejemplo las uvas. Cuando pensamos en esta fruta solemos asociarla con un sabor ácido, algo amargo, pero también existen nuevos tipos de uvas que son dulces. ¿Por qué pasa esto? Porque este estilo de uva ha sido cultivada específicamente para aquellos que aman los sabores más intensos. Esto no es sinónimo de que sean menos nutritivas, pero sí se puede decir que tienen menos beneficios a nivel salud que los que nos podría dar una uva cultivada en su ambiente natural.

De hecho, la uva no es la única fruta o vegetal que ha sido modificado para complacer el concepto de comida moderna. Las cosas han cambiado muy rápido, vivimos en un mundo lleno de prisas, donde la comida debe estar empacada, pero también debe ser sana; debe tener todos los grupos alimenticios, pero también debe ser práctica.

¿Qué es la comida moderna y qué hace con nosotros?

La verdad es que la comida moderna no es más que otra causa del aumento de las enfermedades que ha habido alrededor del mundo en los últimos años. En el 2015, alrededor de doce millones de personas fallecieron por “fallos en su dieta”: comida altamente procesada, exceso de omega 3, entre otras razones, fueron las causas. Podemos tener una dieta balanceada, sí, pero también somos criaturas de consumo; no podemos dejar de lado una buena oferta. Somos la generación que más ha variado su alimentación y que ha logrado consumir de todo.

Hablar sobre dietas y comida es delicado; a nadie le gusta que lo juzguen por lo que come o deja de comer, así que hay ciertos temas que se convierten en un tabú o se disfrazan como algo más. Así como hubo una época en nuestras vidas en las que veíamos cómo las personas que estaban ocupadas todo el tiempo comían fuera de casa y esto era sinónimo de productividad, también llegó un momento en el que nos hablaron de los riesgos mortales de la comida rápida y cómo era mejor organizar un menú una vez a la semana usando los mejores ingredientes orgánicos del mercado.

En comparación con nuestros abuelos, nuestros platos están mucho más llenos, siempre nos queda un hueco para el postre y para la merienda de la tarde. Al principio, estos espacios comienzan con frutas o verduras, pero tienden a mutar hacia comidas ultraprocesadas: barras de chocolate, gaseosas y frituras empacadas. Dentro de esta nueva practicidad tal vez haya más inclinación hacia las comidas rápidas que hacia una buena comida moderna, sana y casera.

Nuestros hábitos de consumo y la psicología que hay detrás de ellos también han cambiado, aunque nosotros no nos hayamos dado cuenta. Solemos comer con rapidez, mezclamos comidas sin prestar atención, y aunque sabemos que debemos tomar decisiones mucho más inteligentes con respecto a lo que ingerimos, parece que no entendemos que ni la comida moderna (ni ninguna otra) funcionará si no hay balance con nuestra rutina.

Comida moderna
Fuente Unsplash

Un cambio de estilo de vida, en lugar de más comida moderna

Cuando buscamos cambiar nuestros hábitos de consumo, las tentaciones se presentan, pero incluso esa comida moderna que creemos que es más saludables también puede contener nutrientes que nos perjudiquen a largo plazo. Pensamos que una barra de chocolate es menos nutritiva que una manzana roja, pero si revisamos el proceso que se llevó a cabo para cultivar y producir esa fruta, tal vez nos llevemos una sorpresa.

La idea no es eliminar alimentos, se trata más bien de balancear lo que ya consumimos sin caer en excesos o saltarnos comidas. Nuestros obstáculos para tener éxito en cuanto a alimentación suelen aparecer por el mal manejo de la rutina: llevar y buscar a los niños, entrar al trabajo y salir a tiempo, ir de un lugar a otro constantemente para cumplir con compromisos, entre otros. ¿Qué podemos hacer? Organizar días para cocinar en familia, si vamos a consumir algo ultraprocesado mezclarlo con ingredientes naturales, escuchar a nuestro cuerpo para saber qué le cae bien y qué no y tratar de que esos días de comidas inconscientes sean cada vez menos.

Podemos tener acceso a una buena dieta si sabemos qué hay disponible en nuestra zona. Si hay muchos cultivos cerca, podremos tener a nuestra disposición frutas, verduras y cereales con un coste más económico que el resto, por ejemplo.

Existen planes gubernamentales, como el establecido en los Países Bajos, en los que se elimina la publicidad de golosinas y se incentiva a la actividad física en el exterior. De hecho, si los niños quieren celebrar su cumpleaños en una escuela, se les anima a traer frutas o verduras para compartir. No es tanto el hecho de eliminar los dulces para siempre y ser fiel a la comida moderna, sino de agregar dinámicas saludables que podamos balancear con esos dulces momentos que pueden ocurrir varios días a la semana.