ConsejosPsicología y salud mental

Violencia en las relaciones de los adolescentes, ¿por qué?

Aunque suele asociarse a las relaciones adultas, en las últimas décadas, cada vez más adolescentes sufren y ejercen violencia. Según El Instituto Nacional de Estadística (INE), el año pasado, el número de víctimas de violencia doméstica creció un 6,9 %, este dato nos da que pensar.

Los especialistas coinciden en que no existe un perfil único de maltratador ni de víctima. Sin embargo, “hay que tener en cuenta dos factores. Primero, las características psicológicas del chico y de la chica, tales como la tendencia a responder agresivamente ante la frustración, actitudes hostiles, egocentrismo y falta de respeto por los demás, entre otros rasgos de comportamiento. Y segundo, valores sociales relacionados con la identidad de género asociados a ser dominante en la pareja, la presencia de celos y/o inseguridades, legitiman subjetivamente el supuesto derecho a controlar”, señala Concepción López Soler, Doctora en Psicología y especialista en Psicología Clínica.

Detrás de un maltrato físico o previo a este, se encuentra latente uno psicológico (conductas que implican humillaciones, amenazas, descalificaciones, control y posesividad). «La primera agresión suele ser psicológica, pero la víctima adolescente, en muchos casos, no cree que sea una agresión, sino que está enfadado, que está de mal humor o que siente celos ‘porque me quiere’ O, a veces siente miedo, culpa, indefensión y no sabe cómo salir de esta situación», explica Ana Isabel Rosa Alcázar, Doctora en Psicología y coordinadora y profesora de diversos cursos en la Escuela de Prácticas Psicológicas de la Universidad de Murcia.

¿Cómo actuar?

La psicóloga recomienda que «cuando la persona tiene miedo a que la otra se moleste, se altere, debe pararse y ver qué está sucediendo». Sin embargo, en varios casos existe una dependencia emocional y «esto es lo que se debe trabajar con los adolescentes». A este respecto López Soler añade que «el maltrato va de menos a más, tanto en la frecuencia e intensidad, como en el tipo de comportamientos de maltrato, esto hace que la maltratada se condicione poco a poco a esas conductas y responda aceptándolas como normales.»

En los últimos años, los casos entre adolescentes han aumentado e incluso son muchas las jóvenes que ven atractivo en la indiferencia o la agresividad en un hombre. Para López Soler: “La cultura del amor romántico y la falsa percepción de las relaciones que poseen las chicas en esta etapa, frecuentemente idealizada por la influencia del cine, la música o las revistas juveniles, pueden contribuir a que ellas utilicen el sentimiento amoroso como justificación del control que la pareja pueda ejercer. Esta misma visión hace que los jóvenes se relacionen desde un rol estereotipado que asocia el control con la masculinidad. Igualmente, las jóvenes suelen ser bastante pudorosas sobre los problemas que afectan a su vida íntima, considerándose al mismo tiempo, autosuficientes, y rechazando la experiencia de las personas mayores”.

¿Qué podemos hacer los padres?

La etapa adolescente se caracteriza por el alejamiento paulatino de los padres. Por tanto, según Pereda Beltrán estos «no suelen ser conscientes de que existe un maltrato hasta que comienzan a ver comportamientos de tristeza, aislamiento social, dependencia del maltratador, dolencias físicas, estrés o pesadillas». Por eso, es muy necesario que haya una comunicación fluida «que permita a los hijos tener suficiente confianza como para explicarlo y pedir ayuda». Además, para López Soler «resulta fundamental que los padres creen un clima familiar que transmita a sus hijos seguridad y confianza, en el que se pueda sentir escuchados y no juzgados. La violencia se suele identificar con la física, si bien la psicológica es la que más se usa, dejando huellas menos evidentes».

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