La exposición recoge una selección de cerca de 160 obras de los fondos de Foto Colectania. El despliegue de las fotografías conforma un atlas temático en el que algunas de las imágenes más icónicas de la colección, como El hombre de la calle Pelayo, Barcelona (1962), una escena urbana fotografiada por Xavier Miserachs, convive con los rituales fotografiados por Jordi Esteva en África o las tradiciones inmortalizadas por Cristina García Rodero en el interior de la Península Ibérica.

En esta propuesta expositiva original, la tendencia de iconizar imágenes, propia de las colecciones y de la misma historia del medio fotográfico, se equipara a la capacidad de establecer vínculos entre ellas para ofrecernos nuevas lecturas.

Una historia de la fotografía moderna en España y Portugal

La Colección Foto Colectania reúne un fondo de más de 3.000 fotografías de autores catalanes, españoles y portugueses. Es, sin duda, la colección privada con una representación más exhaustiva de la historia de la fotografía realizada durante la segunda mitad del siglo veinte en la Península Ibérica. Sus imágenes dan fe de un doble proceso de modernización, el del propio medio fotográfico y el de las sociedades del sur de Europa. Sin embargo, modernizar a menudo se convirtió en sinónimo de iconizar, reducir y sintetizar la realidad con una imagen emblemática. Esas fueron las fotografías que dieron forma a los acontecimientos. Aunque cada hecho hubiera deparado muchas más versiones de lo ocurrido, solo una adquiría el estatuto de la imagen icónica. Una a la que basta un acuerdo tácito para reconocerla.

A contrapelo de esas imágenes cuya potencia nadie discute, la fotografía preserva innumerables instantes y secuencias. El hombre semidesfigurado de la foto de Xavier Miserachs titulada Calle Pelayo, Barcelona (1962) mantiene su iconicidad en función de la multitud a la que pertenece; el retrato del General Franco realizado por Ramón Masats en 1964 se apoya en una imagen de la autoridad ligada al caudillismo, al poder concentrado en la figura individual. Pero existen otro tipo de acontecimientos, momentos colectivos tales como las manifestaciones, procesiones, ritos y, en general, multitudes que evocan el carácter esencialmente procesual y cuantitativo de la fotografía. Esos instantes requieren más de una imagen. Así que, a pesar de las limitaciones naturales que impone el espacio de la exposición, la selección reúne cerca de 160 obras.

Imágenes que colaboran entre ellas

El conjunto de fotografías que se presentan en esta exposición se distribuye en 24 secuencias agrupadas en 8 bloques distintos, de modo que el despliegue de la selección recrea esa dialéctica entre imagen única y lo que se podría calificar como un desarrollo alternativo de los acontecimientos. A fin de cuentas, otra película de los hechos que aún puede hacerse más compleja si consideramos que las secuencias alientan una lectura horizontal y los bloques una vertical.

Esta ordenación que remite a un atlas fotográfico –con sus regiones y continentes, algunos más extensos que otros– revela una insólita capacidad de la fotografía en tanto que dispositivo: las imágenes colaboran entre ellas, produciendo nuevos significados y, en definitiva, otros acontecimientos que una sola fotografía no podría contener.